La nada
En escrituras antiguas y textos sagrados la nada es un concepto altamente nombrado.
Si observamos con detenimiento los variados grupos orientales que practican la meditación, vemos que la nada es una parte trascendental de sus prácticas. Incluso, hay algunos que la consideran un paso indispensable para llegar a la iluminación.
La meditación es una meta hermosa, un trabajo constante que requiere disciplina, paciencia y humildad. Ya hemos hablado acerca de meditar con aromas o de una meditación enfocada en los defectos, donde nos concentramos en poner una imagen y una energía en nuestra pantalla mental. Pero hay una meditación hermosísima, altamente utilizada por seres avanzados: la meditación de la nada.
Lo anterior puede sonar confuso, pero realmente es sencillo una vez entendemos qué es la nada. Podríamos decir que la nada es eso, nada, pero esta afirmación no es correcta. La nada es uno de los conceptos más complejos y profundos desde el punto de vista filosófico y espiritual. La nada es una ideología en la que se han basado grandes corrientes espirituales, de la nada se han escrito tratados y poemas, la nada es el principio del Tao y del Zen, la nada es columna fundamental del budismo tibetano y del budismo clásico.
La nada es la libertad absoluta, es la NO atadura, es el NO apego, es la NO importancia personal, es el NO miedo, es el NO inclinarse por asuntos sectarios ni perjudicialmente dogmáticos. La nada es la observación limpia del propio proceso y progreso espiritual, es como un niño que observa el mundo desde una ventana, es tan sencilla esta explicación de la nada que casi nadie la entiende.
Parece sencillo, pero no lo es, quien logra entenderlo alcanzará grandes logros, será consciente o iluminado en poco tiempo. El lenguaje con el que está escrito el universo es así, sencillo y profundo.
¿Por qué los tibetanos y budistas hablan de la nada?
Para iluminar, primero hay que limpiar. La nada, en este caso, es como una limpieza, como una liberación interior, es desechar todo lo que se encuentra en la mente, es descartar, con amor y paciencia, todo lo que se interpone entre nosotros y la conciencia.
Cuando hacemos la meditación de la nada, cerramos los ojos y observamos a nuestra mente como un niño inquieto. Luego, observamos cada defecto, cada pensamiento, y los analizamos por separado. Entonces, en el interior de la mente, decimos:
«Yo no soy esta angustia,
yo no soy esta egolatría,
yo no soy esta incertidumbre,
yo no soy este apego,
yo no soy este cuerpo,
yo no soy esta energía,
yo no soy esta mente,
SOLO SOY EL SER».
Esa es la nada, quitarse todas las ataduras y las distracciones y ser solo el SER, es decir, esa conciencia que vive en lo más recóndito de nosotros mismos.