El matrimonio: misión consolidada
El matrimonio –el hogar, la casa y la familia– son el núcleo, el centro y altar de la sociedad; esa misión consolida la existencia de la civilización.
El objetivo y finalidad del buen matrimonio es la formación y estructura de las sociedades civilizadas. Ese matrimonio que nace, es el nido de la gente que piensa en el futuro y en la perfecta calidad de vida de las generaciones venideras.
En ese sentido, el matrimonio es una misión y una unión sagrada de varios aspectos en sus distintos niveles mentales:
- El aspecto físico
- El aspecto energético
- El aspecto espiritual o místico
Algunas personas pueden pensar que solo aquellos que practican disciplinas de Shakti yoga logran tener un matrimonio místico, pero esto no puede estar más alejado de la verdad. Cuando se forma una unión de matrimonio, se forman lazos en todas las dimensiones superiores: se forman puentes de energía en la cuarta o astral, en el mundo mental, y en la sexta o el mundo ideal.
Puede que la pareja, aquí, en la tercera dimensión, no sea consciente de esto, pero es allí, en las dimensiones superiores, donde se verifica esa unión: sin papeles o ritos, simplemente, se verifica la unión sexual y de la convivencia.
Este aspecto, la convivencia, es sumamente significativo, pues, es un concepto que puede verse desde dos ópticas absolutamente distintas: si usted quiere a su pareja, no hay sacrificio, no hay sufrimiento en esa convivencia, el uno soporta al otro; si usted se “aguanta” a su pareja, en el sentido literal, no la quiere verdaderamente.
Cuando queremos verdaderamente a alguien, desaparece el impacto mental que generan sus fallas en nosotros; no desaparecen sus defectos, pero sí el impacto mental de esas fallas.
Esa convivencia amorosa tiene dos palabras clave: respeto y admiración.
El respeto se observa en la forma de hablarle a la pareja, de decirle algo que no está bien. La admiración, en elogiar sus logros, su contribución. Esas palabras deben ser pronunciadas pensando en la mente, pensando en que hay hechos inolvidables, tanto buenos como malos.
Recordemos siempre que hay palabras que no se olvidan, hay orgullos que no se olvidan, hay gritos que no se olvidan, pero, a la vez, hay elogios y consideraciones que nunca se olvidan.
Los esposos no se deben levantar la voz, aun en las crisis y en los desacuerdos. Es nuestro deber ser muy gentiles con nuestra pareja, mostrar esa especialidad tan necesaria para que los hogares funcionan. El esposo debe ser “especial” con la esposa y la esposa debe ser “especial” con el esposo, con las mejores palabras. Nunca cabe una mala palabra, un insulto o sandez, no importa si lo aprendimos de jóvenes con el trato a otras personas, si lo hemos “normalizado”, este trato jamás debería ocurrir con la pareja.
Los esposos deben sentir admiración el uno por el otro por muchas razones y las más importantes tienen relación con los aspectos trascendentales, con la inteligencia, con el carisma, con la forma de ser, la memoria, la bondad, la responsabilidad, la paciencia, el trabajo, la constancia, la fuerza del carácter.
Los encantos materiales van quedando en el pasado, las personas envejecen, pero ahí es cuando queda lo más valioso y lo perdurable: el amor espiritual de la persona más importante para su pareja, su base, su apoyo en la vida, la estructura de su vida, la plataforma fundamental de los sueños, aquella persona a quien admiramos aun en sus flaquezas y en su debilidad, aun en su miedo y aun en lo que no puede hacer, es decir, en su incapacidad; esa persona a la que admiramos aun cuando esté fallando, porque sabemos que esa no es su sustancia.