El ser
Cuando se le pregunta a un budista tibetano qué es la muerte, su repuesta es sencilla, pero contundente: la muerte no existe, es una ilusión de la mente.
En Occidente, la gran mayoría piensa que el nacimiento de un ser humano es el comienzo y que la muerte de esta persona es el fin. Pero, tal como lo afirman los monjes del Tíbet, la muerte no es más que una transición.
De un humano lo más importante es su ser interior, su Cristo, su Atman, su Ser. Y este Ser es inmortal, así que ¿qué puede realmente morir si nuestro espíritu es inmortal?
El nacimiento es cuando nuestro Ser toma cuerpo en la tercera dimensión. Si pudiéramos compararlo, es como cuando un niño arma un castillo de arena cerca al mar. Al comienzo, se identifica su forma, ese es el nacimiento. Pero, con el paso del tiempo, el castillo va perdiendo su forma, ya que, inexorablemente, el mar avanza hacia el castillo y lo destruye fácilmente. Esa es la muerte, la desaparición de la forma.
Pero, al igual que la arena y el mar, seguirán existiendo, aun cuando el castillo haya perdido su forma, lo mismo sucede con el ser humano. Le muerte no es el fin de la vida, sino que es parte de la vida. Nuestro Ser solo es capaz de registrar ciertos eventos a través de la muerte y solo así nuestra mente puede también observar las maravillas del espíritu. La muerte es una oxigenación de la gestión del espíritu.
Los seres humanos deben morir para que su Ser pueda entrar a la gloria espiritual por un periodo de tiempo, para luego tomar nuevamente cuerpo. Es necesario morir para comprender la inmortalidad interior y la relación amorosa que tenemos todos en las dimensiones superiores. Todos estamos relacionados en la gran obra de la iluminación y la conciencia.