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Tener un carácter

Publicado en06/06/2023 Por

¿Cuáles serán los pilares sobre los que se apoyará un buen carácter para dominar el temperamento, o bien para estimularlo?

Si nos atenemos a una acepción bastante común, el carácter es la señal definitiva de las sensaciones, sentimientos, actos de voluntad y forma de obrar de una persona.

El carácter es ciertamente la nota que distingue a unos seres de otros, aún dentro de una misma nacionalidad, profesión, edad, condición, o sexo.  Esta cualidad se forma por medio de la deliberación íntima y la voluntad, facultades personales del individuo que pueden llevar a éste a un cambio total en lo que concierne a su temperamento o forma de pensar anteriores.

La historia de transformaciones célebres en el carácter, desde San Ignacio de Loyola -iracundo y colérico por temperamento- que obraba como un ser flemático y apacible, hasta Adolfo Hitler -de apariencia débil e indefensa- que acabó siendo el hombre violento que hizo vivir la pesadilla de la última guerra mundial a millones de seres humanos.

Temperamento y voluntad son pues la base de todo carácter.  Pero, ¿cuáles serán los pilares sobre los que se apoyará un buen carácter para dominar el temperamento, o bien para estimularlo?  He aquí algunos de esos puntales, por orden alfabético:

  • ABNEGACIÓN:

La abnegación es una virtud que todos los humanos deberíamos poseer. Se    entiende por abnegación la renuncia que se hace al egoísmo particular en beneficio común de otros seres.

  • ALEGRÍA:

La alegría es un don que a veces se recibe al nacer pero que, en su esencialidad más efectiva, se llega a poseer.  Se entiende por alegría la sana satisfacción del solo hecho de existir, pero también la facultad de reaccionar con objetividad y salud mental ante cualquier avatar de la vida.

Esta facultad, va más allá de la mera sonrisa, ya que supone una fuerte capacidad para aceptar con naturalidad el curso de los acontecimientos propios y extraños, en un continuo y consecuente esfuerzo por superar etapas o dificultades pasadas.

  • BONDAD:

La bondad no es la amabilidad o la cortesía, como muchas veces se cree, sino la capacidad para conducir cualquier situación por medio de una gran rectitud de espíritu.

  • COMPRENSIÓN:

La comprensión suele ser el fruto de otras virtudes que se poseen con anterioridad.   Por ejemplo, no hay comprensión de las cosas o del mundo sin inteligencia, como tampoco sin cultura.   La capacidad de comprensión se halla efectivamente mucho más allá de la voluntad del individuo, dependiendo estrechamente de numerosos conocimientos y de pequeñas aptitudes, como puede ser la de poseer un adecuado espíritu de análisis.

  • CONFIANZA:

La confianza suele ser un positivo motor, inigualable a la hora de poner en movimiento nuestros sentimientos.  Por confianza se entiende el aliento que se confiere a algo que está fuera de nuestro interior y que no somos nosotros mismos, si bien esta palabra implica también una exagerada presunción con relación a uno mismo que puede degenerar en orgullo o vanidad.

  • DELICADEZA:

La delicadeza es una virtud imprescindible y que se advierte ostensiblemente a favor del individuo que la practica -en el trato con los demás-.  Se entiende también por delicadeza la atención y el exquisito miramiento que se obtiene del trato con otras personas.

  • DUCTILIDAD:

La ductilidad suele emplearse muy poco como adjetivo calificativo, pero, sin embargo, hay que reconocer que es una de las mejores cualidades que puede tener una mujer, se entiende por ductilidad el hecho y la facultad de ser flexible y en el juicio sobre los demás.

  • EQUILIBRIO:

El equilibrio es el orden y mantenimiento ideal de todas nuestras reacciones.  Se tiene por una persona equilibrada aquella que, en posesión de un carácter armonioso y ponderado, no se deja llevar nunca por impulsos momentáneos.

  • FIRMEZA:

La firmeza se demuestra cuando somos capaces de soportar cosas que nos resultan desagradables, con una gran entereza.  Se entiende por firmeza la cualidad que caracteriza a la persona constante y que no se deja dominar ni abatir, que es estable y no vacila ante nada.

  • GENEROSIDAD:

La generosidad queda demostrada cuando, en nuestras relaciones, nos damos a los demás de verdad y por entero.  Se entiende por generosidad esa franqueza de ánimo y de esfuerzo combativo positivo que caracteriza a toda empresa ardua.

  • INSTRUCCIÓN:

La instrucción, como la comprensión, no es una cualidad del espíritu, sino algo que se adquiere en el transcurso de la vida y como consecuencia de otras varias aptitudes. Se entiende por instrucción, que también podría llamarse cultura, toda la gama de conocimientos que se pueden adquirir por medio de los libros, los maestros o la misma experiencia existencial del hombre.  Una persona culta es más apta para la vida en común y la convivencia con sus semejantes.

  • INTELIGENCIA:

La inteligencia puede tenerse ya cuando se nace, pero depende de nosotros el cultivarla, desarrollarla y ampliarla.  Se entiende por una persona inteligente a aquella que se distingue por su penetración y agudeza, siéndole más fácil comprender y admitir los diferentes aspectos del mundo que le rodea.

  • PIEDAD:

La piedad es una virtud de orden exclusivamente espiritual, entendiéndose como tal, la cualidad que tienen muchas personas para abrigar siempre e incondicionalmente buenos sentimientos hacia los demás, siendo la que los lleva a una especie de abnegación incondicional.  Se trata evidentemente de una virtud muy ligada al desarrollo espiritual.

  • SENSIBILIDAD:

La sensibilidad de los sentimientos es como la ductilidad del carácter.  Se entiende por sensibilidad la natural tendencia que el individuo siente a veces por dejarse llevar de los afectos de comprensión, humanidad y ternura.

  • SERENIDAD:

La serenidad es la entereza con que somos capaces de afrontar todos los acontecimientos de nuestra existencia. Se entiende así mismo por serenidad la sangre fría y el valor imperturbable que a veces conserva el individuo ante ciertas vicisitudes y ante cualquier circunstancia desagradable por principio.

Como es natural, no se puede pedir a nadie que reúna en sí todas estas virtudes.  Estaríamos ante la presencia de un santo.  Pero no quiere decir que no se deben esforzar, tanto la mujer como el hombre, por adscribirse a la mayor parte posible de ellas, teniendo bien presente que de algunas -como la alegría, la comprensión y la inteligencia- dependerá en gran medida el éxito de las relaciones matrimoniales entre la pareja humana.

Con amor y respeto a usted, que es un ser humano que comprende lo espiritual, mental y físico.

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