Actitud espiritual
La espiritualidad es una actitud, es una forma de ver la vida y una manera de enfrentarse a ella. Es una posición frente a todo lo que nos ocurre, sea extraordinario o cotidiano.
La espiritualidad es una actitud, es una forma de ver la vida y una manera de enfrentarse a ella. Es una posición frente a todo lo que nos ocurre, sea extraordinario o cotidiano.
Debemos ser espirituales para todo, no ser sensibles exclusivamente para ciertas cosas o situaciones. Ser espiritual no es ser “blanditos” o dar consejos melifluos, es ser congruentes y sensibles en todos los aspectos de nuestras vidas.
La espiritualidad está en todo, es nuestra vida, genuina y original, pero no está en aquellos que con falsas posturas y palabras buscan publicidad, notoriedad o mostrar una iluminación que no poseen. Espiritual no es el caudillo de voz temblorosa que se autodenomina o autoproclama escogido y que pretende impresionar con su discurso abrumador.
Los seres espirituales no son perezosos, no son aquellas personas que no trabajan por decir que están agobiados por la fuerza brutal de la conciencia. De hecho, los seres espirituales son todo lo contrario: son trabajadores y luchadores, no se desviven por mostrar sus logros o habilidades, son seres recios y consistentes siempre con lo que dicen; son responsables con su ayuda y con sus palabras, son de memoria corta frente a los agravios ajenos y de gran memoria para el conocimiento.
Tener actitud espiritual es entender que TODO está relacionado, que el universo es una gran corriente de luz conectada.
Por eso es que cada vez que estamos trabajando o realizando cualquier labor, por sencilla que sea, debemos imprimirle ánimo, alegría y positivismo. Tenemos que tener siempre la conciencia de la ley del equilibrio, sabiendo que nuestras gestiones y resultados están conectados a la gran cadena del karma; un karma presente en el akásico de nuestra luz astral y en nuestra carga genética.
En una crisis y ante una mente malvada, tenemos que adoptar una actitud de solución, encausar una fuerza de equilibrio, no con cobardía o con miedo, no con permisividad o complicidad, sino con ánimo conciliador y de equilibrio, llamar a la paz y a la calma, conciliar, hablar de las buenas cosas, curar el alma y sacar de ella todo lo maravilloso; esa actitud es como un cierre.
Una actitud espiritual sana heridas, desarma a los violentos, busca equilibrar conflictos y reconcilia y restaura la paz. La actitud espiritual también es honesta, genuina, sin copias, sin imitaciones. La actitud espiritual es correcta, entendiendo la ley de causa y efecto. Recordemos en todo momento que en los mundos internos no hay impunidad.