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Cuál es mi misión en esta vida

Publicado en28/12/2018

Todos nos hemos preguntado en algún momento cuál es la razón de nuestra vida, cuál es nuestra misión espiritual, de dónde venimos o adónde vamos, pero, dentro de esta lista, no se encuentra una de las preguntas que todos nos planteamos: ¿por qué soy como soy?

Todos nos hemos preguntado en algún momento cuál es la razón de nuestra vida, cuál es nuestra misión espiritual, de dónde venimos o adónde vamos, pero, dentro de esta lista, no se encuentra una de las preguntas que todos nos planteamos: ¿por qué soy como soy?

 

Esta pregunta es diferente a las anteriores, ya que alude directamente a nuestra personalidad y carácter. Esos elementos que nos hacen ser pacientes, tolerantes, agresivos, nobles, devotos, materialistas, sencillos, inseguros, o cualquier otra característica, y por qué tendemos a ciertos comportamientos, normales o anormales.

 

La verdad es que la respuesta consta de muchos elementos. Al momento de la concepción, los ingredientes más sutiles de la mente y del alma van encarnando en esta pequeña célula, y a medida que este nuevo ser va creciendo, es rápidamente invadido por los defectos mentales, como la ira, el miedo, la envidia, la pereza y demás corrientes negativas. Así mismo, el karma juega su papel, pues hace que existan asociaciones espirituales, es decir, que las mismas almas se reúnan de nuevo en esta encarnación. El karma también establece que debamos tener la influencia de la carga genética de nuestros padres, parte de su memoria akásica, enredada en el núcleo atómico del ADN de cada uno.

 

Es entonces cuando todo lo anterior, los egos y la influencia genética, se mezclan para la formación del carácter, que se moldea en nuestros años de niñez y juventud. Según nuestro karma y nuestra evolución espiritual tenemos más contacto con nuestro Átman interior, o tenemos más influencia de nuestros defectos sicológicos.

 

Quien es consciente y evolucionado no puede ver qué va a pasar en el futuro, pero puede sentir hacia dónde se dirige el proceso. El inconsciente, en cambio, da tumbos, oyendo únicamente a sus egos, a su vanidad o interés infinito. Afortunadamente, en medio del gran mar de inconsciencia, que rige principalmente el mundo actual, se encuentran los códigos morales, presentes en las diferentes civilizaciones y credos de la Antigüedad:

 

  • No matarás
  • No envidiarás
  • No robarás
  • No serás desleal
  • Respetarás a tus mentores
  • Serás puro y veraz

 

Estas son normas que están escritas en todos los libros sagrados, incluyendo la Biblia, y son normas de amor para con los que nos rodean; son normas espirituales que la fuerza de la evolución debe imponer a las civilizaciones que se encuentran en decadencia.

 

El ser humano es una máquina impregnable e influenciable, que tiende a seguir aquello que está de moda, aquello que todos los demás hacen. La fascinación por lo siniestro es atractiva para todos los que tienen ego, para el general de la raza humana que disfruta el sometimiento de los demás. El ser humano busca la satisfacción o la sensación momentánea, por esto los vicios, los excesos, el poco aprecio por la estabilidad y la vida.

 

Recordemos las palabras de Cristo:

  • “Yo soy el camino, la verdad y la vida”
  • “Nadie puede llegar al Padre si no es por mí”

 

La primera frase se refiere a las grandes virtudes del Átman:

  1. La verdad. Esta es la virtud más molesta para los demás, pues todos quieren halagos y les duele cuando les dicen la verdad. Aquellos que dicen permanentemente la verdad son segregados y apartados por los amantes del elogio. Decir la verdad es cosa de valientes y es la primera misión para quienes recorren el camino de la cristificación.
  2. La no violencia. Esta es la práctica básica de los yoguis y los santos, es la no violencia desde la mente. Existe violencia en todo lo que nos rodea, en lo que vemos, en lo que escuchamos y decimos; hay violencia en la intención de la gente y en la falta de respeto. También hay violencia cuando se acumulan resentimientos y sentimientos de injusticia.

 

Por último, cuando Jesús habla del camino, se refiere al recorrido espiritual, a la misión de amor que todos tenemos con los demás, que es lo único que puede hacernos grandes y felices.

 

Cuando dice: “Nadie llega al Padre si no es por mí”, resume la misión del ser humano de recorrer la senda de la cristificación. Recordemos que Jesús encarna al Cristo y el camino del Cristo es energía, corrección, amor a los demás, no violencia y meditación.

 

 

 


Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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