Madame Blavatsky
Hablar de la espectacular Madame Blavatsky no es un proceso fácil; primero, porque no existe una biografía que narre fehacientemente todo lo que esta maravillosa mujer hizo en vida; segundo, porque de Helena se han dicho todo tipo de barbaridades e injustas calumnias.
Helena von Han, también conocida como Helena Petrovna Blavatsky, fue una mujer extraordinaria, de gran poder y carisma, siempre reconocida por su sabiduría e independencia. Sus allegados más cercanos notaron cómo desde muy niña era un ser especial: no solo recordaba a la perfección sus vidas pasadas, sino que podía conversar acerca de cualquier tema y prácticamente no había idioma que no entendiera.
Era una mujer que toda su vida irradió una luz singular, que no pasaba inadvertida y que atraía multitudes. De joven viajó a Egipto para aprender copto y hierático, lo cual logró sin ningún problema. Siempre tuvo afinidad con las lenguas de origen extraterrestre, y así lo afirmaba sin tapujos, aunque la ridiculizaran o criticaran.
No fue hasta que se topó con su gran maestro en Egipto, un ser muy especial, que pudo confirmar la existencia de las construcciones místicas subterráneas en el norte de África y en el centro de Asia; fue él quien, de primera mano, le dijo que ella era el punto de partida en la historia para recuperar la memoria del camino.
Al pensar en Madame Blavatsky, muchos inmediatamente la asocian con temas místicos, pero lo que pocos saben es que era, a su vez, una gran empresaria, con una impecable habilidad para los negocios. Y no solo eso: era una ilustradora maravillosa, que ilustró más de un libro en su época. Fue una mujer fuerte, independiente y valerosa, con una fe inquebrantable en el poder de la solución.
India fue un segundo hogar para Helena, donde se sentía en casa y a gusto. Conocía las costumbres a profundidad y hablaba varios idiomas y dialectos, entre ellos, el hindi, el urdu, el tamil y el gondi, sin mencionar el sánscrito, que entendía como toda una erudita.
Igual que en India, Helena contó con la estrecha amistad de un maestro en el Tíbet, donde vivió otra parte importante de su vida. Su maestro, un monje altísimo, le enseñó el idioma kanauri y la inició en los secretos shambhala. Él viajaba con ella a esa tierra misteriosa que está en la frontera entre China y Mongolia, a las ciudades subterráneas que se encuentran debajo del desierto de Gobi.
Nadie conocía más sobre religiones y misterios espirituales que Madame Blavatsky, era una gran seguidora de las enseñanzas budistas, a las que consideraba como el camino para la redención de la mente, y, a pesar de vivir una vida siempre llena de calumnias, amenazas y problemas, nunca se amedrentó. Todo lo contrario, se volvía más fuerte con el pasar de cada día y muchos la oyeron decir: «Mis palabras son las de mis maestros, mis libros son dictados por mis maestros».
Aun en sus momentos más difíciles, enferma y sin fuerzas, Helena seguía diciendo todas sus enseñanzas espirituales, afirmando que presencias sublimes la acompañaban.
Madame Blavatsky es la persona que le abrió a Occidente la puerta del camino perdido y ninguno de sus discípulos, seguidores o asociados se compara con su gran importancia.
Desde su muerte, en 1891, hay muchos que han afirmado ser su encarnación, pero esto es absurdo. Primero, porque tendrían características intrínsecas de ella; y segundo, porque si ella se acordase de su vida pasada, nunca lo diría ni se beneficiaría de ello, pues un ser tan grande no tiene este tipo de vanidades.
Aún después de desaparecer, hace más de 120 años, esta mujer sigue siendo un misterio.