La Divina Madre
En Occidente, sobre todo en América, y en Europa, poco se habla de la Divina Madre, principalmente, porque nuestra cultura, incluyendo creencias religiosas, está muy centrada en el hombre. Curiosamente, en el pasado, aquellos que fueron nombrados santos, si eran devotos a la Virgen, eran denominados «anormalmente marianos».
En Occidente no se habla de la Madre Eterna, su concepción está lejos de la mente del europeo y del americano, la única figura que medianamente se acerca a su imagen es la presencia subvalorada de la virgen María.
Pero ¿quién es la Divina Madre? Es la manifestación del Padre Eterno, incomprensible para la mente, pero que se hace visible, se manifiesta en algo que nuestra mente puede comprender. En la Sierra Nevada de Santa Marta se dice: «Todo era oscuro, nada era, hasta que apareció la Madre, en el mar, la Madre Mar». Por lo tanto, la Divina Madre es Dios, que pasa de ser absoluto e inmanifestado a ser comprensible por la mente, a tener una manifestación. Este es el correcto y el profundo significado de la Madre en las tradiciones orientales, por esto, los yoguis y devotos dicen que solamente mediante la Madre se llega al Padre.
La virgen María, en el cristianismo, hereda esa misión, pero entendida en un nivel muy leve. La Virgen es mediadora, intercede por nosotros. Pero aún a este nivel tan leve, la virgen María está perdiendo fuerza en las corrientes más modernas de las religiones, en las que en muchas sectas su significado maravilloso está queriendo ser olvidado, pues no les favorece a sus agendas particulares.
Hoy, intentemos recordar la imagen de la virgen María, la imagen de su santísima presencia como prototipo femenino de la humanidad, recordemos a la virgen María que veíamos cuando éramos niños. Ahora, concentrémonos en su gran desarrollo y evolución espiritual; nuestra Señora tiene en su grandeza espiritual las más altas características crísticas, es la madre del ser más grande de nuestro mundo, cuando tomó cuerpo físico hace más de dos mil años.
Docta, preparada, evolucionada, crística, santa, purísima, predestinada desde hace miles de años para ser la madre del ser más grande del mundo; nacida bajo el rigor y la educación de los esenios, facción hebrea misteriosa que aún hoy es oculta, la virgen María es y será siempre la mujer más grande, que vive en las ciudades sagradas en la dimensión del tiempo con su cuerpo resurrecto. Ella nos ama a todos igualmente, para ella no es importante que se recuerde o no su sagrado nombre; ella está más allá del recuerdo y del olvido.