La misericordia de Dios

Esto puede experimentarlo de primera mano hace un tiempo, cuando, sentada en mi jardín, observaba la belleza de la naturaleza a mi alrededor. Quedé absolutamente asombrada al ver la desmesura de amor, veía al Señor en cada pétalo de rosa, en cada fragancia, y le di infinitas gracias al adorable Padre celestial por su divina presencia, tan amorosa, tan constante y enorme.

Tener una rosa y observar su color y perfección con la sensibilidad es muy especial, es maravilloso, pero, tener decenas de rosas, es una circunstancia sobrecogedora y majestuosa, es una situación indescriptible. Contemplar las orquídeas, los claveles, los margaritones, los pompones, las florecitas diminutas, las flores exóticas de Colombia, es contemplar el éxtasis de la divina Madre Naturaleza, la dedicación de las hadas en el detalle magnífico del pétalo y de la hoja.

En ese momento, entendí y di gracias a Dios por ser su instrumento, afortunado y bienaventurado. Ese día corroboré que ustedes son mis hijos. Siempre que hablo con ustedes en el programa de radio de algún tema hermoso, cuando llegan cartas y palabras de testimonio, sé que son mis hijos, que tengo una misión, y siento una gran satisfacción de madre.

Les agradezco inmensamente todo su amor.

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