Lo que nos dicen los objetos anacrónicos
Los objetos anacrónicos son aquellos elementos que por su antigüedad y características no encajan con su época y que se han convertido en un verdadero dolor de cabeza para la ciencia.
Los objetos anacrónicos son aquellos elementos que por su antigüedad y características no encajan con su época y que se han convertido en un verdadero dolor de cabeza para la ciencia.
Estas piezas revelan básicamente una verdad que resuena en la historia más antigua y en la arqueología: “Los humanos no somos nuevos en este planeta y no somos la primera civilización”.
La genealogía humana tiene millones de años, muchos más de los que considera la historia oficial. Hemos sido traídos, adaptados, intervenidos y perfeccionados muchas veces, y es de estas circunstancias que han quedado algunos objetos maravillosos, testigos de épocas pasadas.
Desafortunadamente, el miedo y la desinformación han llevado a que muchos de estos objetos hayan sido olvidados, ocultados o, simplemente, destruidos, ya que explicar su función, datación y creación es imposible con las teorías que se han confeccionado con el pasar del tiempo. Mucha de esta desinformación no es malintencionada, sino que aún hay una gran ignorancia de una historia que ha durado mucho tiempo.
Existen un sinnúmero de eventos y elementos que sencillamente no encajan, y que nos siguen demostrando que no es posible que vengamos del mono, que seamos tan nuevos y, mucho menos, que hayamos sido un producto de un salto evolutivo repentino. Por ejemplo, las huellas humanas encontradas por William Meister, en 1968, han sido analizadas y testadas múltiples veces, y se ha llegado a la conclusión de que tienen más de 500 millones de años.
Este no es el único caso fascinante: existe un fósil de un dedo humano, de más de 100 millones de años, encontrado en el norte de Canadá; en Texas se encontraron huellas humanas de manos y pies adyacentes a fósiles de dinosaurios de más de 120 millones de antigüedad y, en esta misma área, se desenterró un martillo de minería de más de 140 millones de años, con una fabricación muy peculiar, pues es de un hierro absolutamente puro, que no se ha oxidado en lo mínimo con el pasar de los milenios. ¿Cómo es todo esto posible?
Otra anacronía que aún no ha podido explicarse son las maravillosas ruinas cerca de la región de Okinawa, en Japón: una ciudad perdida en el fondo del mar, conocida como el “monumento Yonaguni”, que pareciera una urbe moderna, con monumentales construcciones y escaleras. Su antigüedad no se ha podido datar, pero si debió existir cuando el mar no cubría esa zona del planeta, es decir, en una época de hace miles de años. ¿Cómo explicar estas ruinas o la existencia de una roca similar a un ovni, con inscripciones sumerias encontrada en Bolivia en 1955? ¿Culturas sumerias en el continente americano?
Estos objetos, y otros miles, nos afirman que el ser humano es infinitamente más viejo de lo que creemos, que este planeta está habitado hace muchos más años de lo pensado y que hace demasiado tiempo que nos asesoran y nos guían grandes inteligencias.