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El despertar de la conciencia y el ser átmico

Publicado en31/05/2017 Por

Para muchos, la iluminación y el despertar de la conciencia son algo confuso, pero para la tradición mística son la gran base de la iniciación.

Para muchos, la iluminación y el despertar de la conciencia son algo confuso, pero para la tradición mística son la gran base de la iniciación.

Ambos son grandes conceptos que no tienen una definición exacta, son cuestionamientos para los que existen respuestas reales, encaminadas a objetivos trascendentales. En sí, es la concepción de vivir el ahora: ¿qué hago aquí?, ¿dónde estoy?, ¿de dónde vengo?, ¿quién soy en realidad? y ¿soy el cuerpo de piel y huesos o la mente que opina con base en una programación ajena?

La realidad es que no somos ninguna de las anteriores, nuestra existencia es más profunda y trascendental. Estamos mucho más allá de la mente adiestrada a reaccionar y responder de cierta manera. Nuestra verdadera esencia sobrepasa esta programación humana y se eleva sobre el cuerpo material.

Algunos piensan que somos el pecado o la virtud, pero tampoco es eso, estamos tan sistematizados en el fluido social de las edades que olvidamos nuestra verdadera esencia, aprendemos a entender la ilusión como la verdad.

Cada ser humano, en su interior, tiene una luz de comunicación con el infinito, una pequeña gota del océano de Dios. Es por eso que en los libros sagrados se habla de que el hombre está hecho a imagen y semejanza del Altísimo. El ser humano es un sendero de recuperación de la santidad perdida, de la memoria olvidada en el pasado, y es un manual de trabajo en el árbol de los chakras de la columna vertebral. Somos la meta real y efectiva de la meditación profunda y la única realidad que resuena en las dimensiones superiores.

Estos principios se condensan a la perfección en las palabras de Juan (14:6): “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

La existencia humana es un microcosmos a escala, su centro de energía es el cerebro y la médula, y es donde reside el Ser, el Cristo interno, el Átman, la conciencia o la esencia. Este es el espíritu de conciencia pura que tenemos todos, es el ser de la memoria que guarda nuestros registros en la inmortalidad del alma heredada del Padre Eterno.

Esta esencia es la que rige nuestras acciones, hasta que, pasadas diversas encarnaciones, retorna a la unidad en la que la mente se fusiona con el alma y con el ser en una sola entidad: en el “Samadhi de la superconciencia”. Durante este camino de regreso, la vida interna conserva un hilo en espiral que nos une a la verdad, esa es la energía de Sakti que asciende eternamente a los cielos espirituales.


Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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