El aura según los cuerpos y la clarividencia
Muchas veces las personas confunden la emanación térmica del cuerpo con el aura de la cuarta dimensión. Aunque sí están relacionadas, no son lo mismo.
Muchas veces las personas confunden la emanación térmica del cuerpo con el aura de la cuarta dimensión. Aunque sí están relacionadas, no son lo mismo.
El cuerpo humano es una máquina espectacular que está regida tanto por sencillas como por complejas reacciones químicas. Cualquier movimiento, transformación o recuperación que hagamos, desencadena un proceso químico, como la emisión de calor hacia el ambiente que nos rodea. Existen aparatos que pueden identificar estos fogonazos de calor, evidenciándolos como manchas o superficies de color rojo, pero pertenecen al mundo material, no hacen parte del aura.
Ahora bien, dentro de muchos de los procesos químicos hay uno que sí está directamente relacionado al astral: la formación, transformación y separación de los neurotransmisores. Con cada movimiento de nuestro cuerpo, por pequeño que sea, se crea o se separa esta sustancia, y con cada una de estas uniones o separaciones se genera una luz muy especial en el cuerpo físico. Esta luz está directamente vinculada con los subnadis del astral, que son pequeños canales energéticos de la cuarta dimensión, delicados y especializados.
Durante estos procesos químicos se producen las siguientes manifestaciones energéticas:
- Se emiten colores correspondientes al aura térmica, ya que el mínimo movimiento genera calor. Es una reacción exotérmica.
- Se emiten colores vitales, es decir, se crea una especie de comunicación “electrónica” con el sistema nervioso central del cuerpo físico y del cuerpo astral (nadis y chakras).
- Se emite luz correspondiente a la primera emisión astral o capa de luz del aura verdadera.
El estudio del aura es profundo y complejo, y muy a menudo es tomado a la ligera o trabajado de forma informal y apresurada. Algunos, que se creen expertos por haber leído uno o dos libros, hablan de manera superficial e incorrecta sobre el aura, igual que ha sucedido con bellísimos temas como los ángeles, las hadas, los maestros, los elementales, los chakras y muchos otros.
La ciencia viene avanzando a pasos agigantados, pero aún no existe una máquina que pueda evidenciar el aura. Recordemos que siempre han existido los clarividentes: personas reales que, por misión, pueden ver mucho más allá de lo que una persona común puede llegar a evidenciar.
Si estuviésemos en un cuarto, con muebles, una planta y una persona, un individuo común vería solo eso. Ocasionalmente se encuentran aquellos que de vez en cuando pueden oír una voz, un ruido o ver una imagen más allá de la materia. Ahora bien, un clarividente ve eso mismo, pero lo ve todo más iluminado y mucho más colorido.
Un clarividente puede oír más, ver más, presentir más. En ese cuarto, un clarividente vería los muebles, pero vería también su aura. Recordemos que los muebles, al haber sido árboles, conservan su aura a pesar de estar secos y haber sido transformados. Pero no es lo mismo el aura de un cedro que la del ébano; tienen auras y colores distintos. Cabe aclarar que el aura de un mueble hecho de la madera de un tronco es mucho más brillante que la de un mueble hecho de aglomerado o enchape, que tiene el aura más pequeña y apagada. Cuantas menos transformaciones haya sufrido la materia de origen vivo, más clara y brillante es el aura.
El clarividente ve las distintas auras de los muebles, mezcladas en colores y formas, y también ve el aura del humano y la de la planta. Podría también llegar a ver el elemental de la planta, sobre todo si es una planta de interior, como el balazo o la palma baja: vería un gnomo pequeño, acurrucado junto al tallo, que desaparece por instantes.
El clarividente también podría ver seres de otros planos que entran y salen de la estancia, vería sus cuerpos luminosos, todo siempre de muchos colores. En la cuarta dimensión hay tantos millones de colores, y son tantas las cosas que puede ver y oír un clarividente, que muchos podrían preguntarse si no es abrumador para sus sentidos. De niño, es complicado, pero todo clarividente acaba acostumbrándose a este estado especial de su vida.
Un clarividente, o una persona que se desdobla de manera consciente, puede ver el aura y las energías de otras personas con todos sus detalles: puede ver su estructura, sus colores y remolinos; puede ver su concentración energética, pero puede ver también su contaminación, impurezas y larvas. Así mismo, estas personas pueden ver las energías, negativas y positivas, que se encuentran en el recinto y que pueden estar contaminando el aura. Estas energías son transportadas por las mismas personas o llegan al espacio por su cuenta.
Por esto siempre hemos hecho énfasis en los tratamientos y prácticas energéticas para personas, recintos y ambientes, pues solo con una limpieza integral de estos factores de nuestra vida podemos generar energía positiva. Un aura limpia despeja la mente, aclara las ideas y despierta la creatividad. Una superficie limpia y un ambiente purificado atraen elementales y despiertan la buena vibración, lo que induce a un cambio positivo.
Meditar también es otro factor importantísimo, pues es un escudo y una fuente de éxito.
Trabajar con los elementales, con sus aromas, bañarse con plantas, generar humos y lavar las superficies nos ayuda a concentrar el poder de la energía que está dentro de nosotros.