Religiones y civilizaciones extraterrestres
La evolución física, en la que una especie comienza a mostrar ciertos cambios o ajustes a su medio ambiente, existe; y es completamente real, pero es un proceso extremadamente lento, que toma millones y millones de años.
Por esta razón, la teoría evolucionista, que explica que el ser humano viene del mono, es absurda, y se contradice a sí misma en los detalles más importantes. Un proceso que debe tomar millones de años sucede «de repente»: el hombre de Neanderthal, que era un mono modificado, apareció «de repente» y también «de repente» apareció el hombre, en un segmento de tiempo tan diminuto, que sería ridículo para las edades y los tiempos de la evolución.
Estas contradicciones son las que nos llevan a pensar en otras teorías, en otras posibilidades. La teoría extraterrestre, que en el siglo XIX fue considerada ridícula, hoy, es cada vez más apoyada y sustentada por grandes científicos. Y es que, en el momento en el que la tecnología de la biología molecular comenzó a pensar en la posibilidad de modificaciones genéticas, clonaciones y transformaciones de células y tejidos, tomó fuerza.
Ahora sí podemos afirmar con toda confianza que los seres humanos somos de origen extraterrestre y que nuestro planeta fue preparado como «gimnasio mental intermedio», fue acondicionado para la encarnación de miles de millones de almas en un «mundo-taller» de educación personal y colectiva. Es en sí una gran escuela.
Si además miramos esta teoría y la comparamos con nuestra historia, principalmente con el nacimiento de las religiones, vemos que encaja de manera perfecta. Por ejemplo, si recordamos las tablas de la ley entregadas a Moisés y todo este episodio bíblico, nos encontramos con fuego, humo, el monte Sinaí que se estremecía, sonido ensordecedor, Moisés ascendiendo y descendiendo. Esto está escrito un poco en clave, pero, si lo leemos, nos asombramos y nos damos cuenta de que es un texto de ovnis.
Hay otras narraciones más claras frente a los hechos extraterrestres, como los conocidos textos o tablas sumerias con las famosas historias de Gilgamesh y la creación de la escritura cuneiforme, que fue enseñada por los seres divinos llegados del cielo. En estas tablas podemos entender claramente los despegues y los aterrizajes, y las enseñanzas de leyes cósmicas, como las fluctuaciones de la gravedad en distintos estados y situaciones.
Asombrosos son los textos de la mitología de griegos y romanos, en donde encontramos mezclada en una danza de sabiduría la simbología de la evolución espiritual con la presencia extraterrestre en la antigüedad.
Los Vedas, por otro lado, no son otra cosa que maravillosos manuales extraterrestres para la evolución humana. Allí se encuentra la sabiduría primigenia de los primeros tiempos y de los primeros asentamientos de la civilización. Y es que los Vedas son el origen de las religiones, el origen de los hebreos, del hinduismo, de las religiones chinas, del budismo, del islamismo y, en últimas, del cristianismo.
Está comprobado que Jesús vivió con brahmanes y con lamas, que llegó a las sinagogas, desenrolló textos de profecías de Isaías, habló en la Asamblea del sábado o el Shabat, y dijo abiertamente: «No he venido a atacar la ley de Moisés, he venido a explicarla y a hacerla cumplir». Es una realidad que Jesús registró con amor infinito las grandes corrientes religiosas de su tiempo.
Ninguno de los grandes textos de la Antigüedad, de los que nacieron las grandes religiones, entra en conflicto con la teoría de la siembra extraterrestre, todo lo contrario. Comprendemos con esta teoría que ellos nos compartieron este conocimiento.
Y, ¿para qué?, podrían preguntarse algunos. Bueno, para cambiar la vibración, para elevar el estado de conciencia y subir un peldaño, para iluminar los cuerpos. Por esto, esos textos son todos manuales, cuya misión es procurarnos un método para la iluminación, para el despertar de la conciencia.