Enigmas del pasado
En la actualidad, nos encontramos fuera de las épocas oscuras, cuando a las personas se les tenía prácticamente prohibido pensar y analizar las cosas a fondo, se las amenazaba con el fuego eterno del infierno si pensaban diferente, y los avances científicos eran vistos como elementos del demonio.
En la actualidad, nos encontramos fuera de las épocas oscuras, cuando a las personas se les tenía prácticamente prohibido pensar y analizar las cosas a fondo, se las amenazaba con el fuego eterno del infierno si pensaban diferente, y los avances científicos eran vistos como elementos del demonio.
Ahora, nos parece chistoso pensar que, en su momento, las personas consideraron la creación del automóvil y del mismo avión como elementos infernales, de los cuales huían, se escondían y hasta rezaban ciertos exorcismos para librarse del mal. Este comportamiento afectaba a la gran mayoría de la población, así fueran personas educadas y respetables, pues, sin importar si le temían o no al invento, se veían agobiadas por una presión social y una amenaza religiosa constante. Era, en definitiva, una época de oscuridad mental, de ignorancia y esclavitud intelectual.
Este miedo mental no se limitó a esos medios de transporte, ocurrió lo mismo con la luz eléctrica, el televisor, el plástico, la radio y con electrodomésticos como la cafetera eléctrica, la lavadora, la nevera, el microondas. El teléfono, la taza de baño, el auricular, el telescopio y la calculadora tampoco se salvaron de esta condena religiosa. La fotografía, por ejemplo, no solo se consideraba cosa del demonio, sino que fue explícitamente prohibida durante largo tiempo. La llegada de la Internet no fue tan caótica, ya que la gente no era tan cándida ni tan crédula, y entendieron lo importante de esta nueva fuerza de progreso, pero, de todos modos, el rumor de ser una invención infernal duró algunos meses.
Este tipo de miedo se da por la ignorancia, por el temor a lo desconocido y a aquello que no se entiende. Un ejemplo claro es todo lo referente a la cultura de Egipto, que es tan antigua, que existen un sinfín de interpretaciones, la mayoría de ellas erradas.
Sin embargo, más allá de los miedos, de la ignorancia, de la violencia, de las amenazas, de las guerras y de las invasiones; más allá de la oscura intención de ocultar la verdad, de la opresión del equivocado que piensa que tiene la razón, las pirámides permanecen imponentes y hermosas en todo el mundo; los templos de la ribera del Nilo están en pie y los jeroglíficos son testigos mudos y elocuentes de la verdad.
Verdades como las hileras de personas en barcas llegando a África, conocido como el “éxodo atlante”, las inscripciones de las naves aéreas brillantes como soles que descienden a la Tierra e ilustraciones como las de las indudables bombillas egipcias son todas realidades que incomodan a muchos y que prefieren interpretar de una manera distinta, en lugar de observar con claridad la sencillez y veracidad de lo que se está ilustrando.
Entonces, nos preguntamos quién estaría interesado en ocultar toda esta información. Hemos hablado muchas veces de cómo las grandes potencias mundiales guardan silencio y cautela frente a todos estos temas de extraterrestres, porque saben que, definitivamente, nuestra humanidad no está preparada para aceptar esta realidad y que, de hacerlo, se cambiaría por completo el orden social y religioso, inclusive, de las mismas metodologías de estudio de las ciencias.
Las grandes organizaciones sociales tendrían que aceptar su equivocación, dar otras explicaciones y, sobre todo, reconocer cientos de años de historia falsa, de violencia injustificada y de desinformación. Por esta razón, se han mantenido en un sistema de acusar y condenar lo desconocido, aunque saben que en un futuro todo saldrá a la luz.
La verdad es que tanto a las pirámides como a la esfinge les han quitado el revestimiento, las han saqueado e invadido; han inventado toda clase de mentiras, diciendo que son tumbas, y creado alrededor de ellas toda clase de teorías y de historias; pero, ellas, maravillosas, siguen en pie.