Cristo como personaje histórico
Aunque Nuestro Señor Jesucristo es el más alto de todos los seres de luz de la hermandad esotérica blanca, no es la única figura crística en el transcurrir de los miles de años de la civilización humana.
El señor Jesucristo es el cristo de los últimos milenios, el regente de las grandes corrientes religiosas y filosóficas, y la imagen física del cristo encarnado que enseña con su propia vida el camino de la realización y de la evolución espiritual.
Antes de que Nuestro Señor Jesucristo encarnara en la Tierra, hubo muchos seres de luz en nuestro planeta que se encontraban en estado búdico y crístico, con capacidades de viajar por el cosmos, utilizando sus cuerpos de luz.
Entre estos seres maravillosos, encontramos al ser venido de las estrellas, que luego sería conocido por la mitología humana como Hermes, un ser en verdadero estado crístico.
Por otro lado, entre los incas existió un ser muy especial, cuya fama y gloria se extendió por todo el continente: Quetzal-Coatl, el pájaro-serpiente; poderoso significado.
En India y China encontramos al señor Buda, Siddhartha Gautama, con su senda de los ocho preceptos, una figura crística de Oriente, un ser de luz como pocos.
En India encontramos a otro ser maravilloso: Babaji, el cristo de perfección que preside los templos santos. Suele aparecer en ocasiones a diferentes personas, para iniciarlas en el camino de la perfección, y a todos aquellos que premia con su adorable imagen no son siempre reconocidos santos.
Cristo es un guía que muestra el camino de salvación y evolución e impulsa a la civilización a crecer en el espíritu. Cristo, con su imagen y presencia de perfección, dictamina la norma de vida que conduce a la felicidad, por tal razón, son tan válidas las enseñanzas de Jesús como las de Buda, pero bien interpretadas, bien entendidas, porque, si caemos en el error generalizado de la mala interpretación, retardaremos el camino de la realización.