Encarnación y resurrección, ¿cuál es la diferencia?

Nuestro Señor Jesucristo, siendo un ser perfecto, tomó cuerpo físico con el único propósito de enseñarnos el camino verdadero de la iluminación. Él encarnó en plena Era de Piscis, cuando todo parecía sin sentido, para enseñarnos en carne propia, con su propia vida, que sí existe la resurrección, que somos hijos de Dios, y que el Cielo nos espera.

La enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo se ha tergiversado con el pasar de los siglos, pero, aún con esos lamentables cambios, hay enseñanzas que persisten:

Jesús dijo textualmente: «Hay que morir por segunda vez», y se refiere a la transformación mental del error y de los vicios.

También dijo: «Hay que nacer dos veces». Este segundo nacimiento se refiere al nacimiento de los cuerpos internos y, concretamente, al nacimiento del alma. Frente a esta segunda enseñanza, los apóstoles se refirieron a ella claramente en sus cartas del Nuevo Testamento: «Debemos hacer que nazca Cristo en nuestros corazones».

En el momento que podamos cumplir con estos deberes sagrados, habremos reconquistado nuestra naturaleza divina inicial y, automáticamente, podremos superar la muerte.

Desafortunadamente, estamos acostumbrados al camino del menor esfuerzo: consideramos que si rezamos de vez en cuando, y nos arrepentimos, podemos cometer una y otra vez todo tipo de errores. El dicho que muchos conocemos como «El que peca y reza, empata».

Pero, como podrán imaginarse, esto no funciona así. Esta mentalidad extraña es un sueño irreal que nos perjudica. Cada uno debe trabajar, transformando sus vicios en fuerzas ayudadoras, manejando sabiamente las energías puestas a su servicio y colaborando en la evolución con sus hermanos.

Este fue el mensaje de Nuestro Señor, el progreso espiritual no aparece por arte de magia, hay que ganarlo con trabajo.

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