Equilibrio en el matrimonio
Siempre es complicado hablar de equilibrio en una pareja; la balanza tiende a ladearse más a un lado que a otro. Lograr un verdadero equilibrio en pareja es complejo y se dificulta aun más cuando llegan los hijos al hogar.
Siempre es complicado hablar de equilibrio en una pareja; la balanza tiende a ladearse más a un lado que a otro. Lograr un verdadero equilibrio en pareja es complejo y se dificulta aun más cuando llegan los hijos al hogar.
Parece una afirmación dura, pero es cierta. No es bueno para un hogar que todos los planes y acciones se centren en los hijos. Primero, porque es negativo para los padres, pues al dar demasiado protagonismo a sus hijos pierden su espacio personal y de pareja. Por otro lado, es malo para el crecimiento y educación de los hijos, ya que se vuelven consentidos, egoístas, débiles e inútiles, debido al ‘contemplamiento’ constante y al auxilio exagerado. Esto no quiere decir que los hijos deban sentirse excluidos pero tampoco deben ser el centro de toda la atención.
Para lograr este equilibrio, sin ignorar claramente las necesidades de los hijos, es importante que los padres mantengan dos espacios:
- El espacio personal de cada uno, con sus pasatiempos, amigos y actividades que los apasionen. Así mismo, deben mantener proyectos y metas profesionales.
- Los espacios de pareja, donde los padres no pierdan aquellas actividades que realizaban antes de tener hijos, como ir a cine, a comer o a dar un paseo. No tiene que ser algo elaborado, pero sí reservar un momento en el que puedan hablar, reír y seguir conociéndose con el pasar de los años. Es increíble, pero se ven muchísimos matrimonios que, aun cuando siguen juntos, están mental y sentimentalmente separados, y realizar una de estas actividades es casi imposible.
Puede que inicialmente los padres se enfrenten a una situación que los hijos no aprecien, pues no son incluidos, pero esto es normal; finalmente, los niños se encuentran en la etapa en la que están entrando los defectos sicológicos y se están manifestando en la personalidad de la encarnación actual. Es por esto que los niños son egoístas, envidiosos, celosos y posesivos, y depende mucho de los padres que aprendan a administrar esos sentimientos.
A pesar de este posible sentimiento negativo de los niños frente a los espacios de pareja, la verdad es que el mensaje que se les está transmitiendo es sumamente positivo: beneficiar la unión de la pareja y favorecer la percepción de los hijos sobre la ‘existencia’ y el ‘bienestar’ de los demás; es un entrenamiento para ellos.
Recordemos que para un adolescente su universo solo los incluye a ellos y a las personas que a ellos les pueda interesar. Como padres, principalmente con el obrar, no tanto con palabras, los hacemos comprender que existe el mundo de las otras personas, con sus respectivas actividades, con su vida y con su bienestar. Les enseñamos a respetar el espacio de los demás y a conquistar el propio con confianza y disciplina. Esto puede llegar hasta el punto en el que los mismos hijos promuevan los espacios de pareja de sus padres; clara manifestación de educación, sensibilidad y ternura, y una muestra de retroalimentación en los valores del hogar.