La reconquista de la felicidad
Hace millones de años, cuando cada uno de nuestros espíritus nació, el Padre universal, que nos instituyó como seres individuales e independientes, nos otorgó, sin excepción alguna, los atributos básicos de la fuente de donde somos originarios.
Cada espíritu que anima el alma de las personas proviene directamente de Dios, y sus características divinas son:
- Dios es felicidad suprema, la transformación, la eterna satisfacción, la plenitud; su presencia llena en todos los planos el universo, su fuerza se siente en la vida, en la luz, en la forma, en la eternidad incomprensible para la mente y en el infinito. Todos y cada uno de nosotros tiene en su corazón la felicidad suprema, solo que está ocupada por los errores de la mente y la inconciencia.
- Dios es paz, es el orden y la balanza de la justa medida de todas las cosas. El universo es una máquina perfecta que concede a cada ser, a cada actividad, a cada cosa, a cada proceso, una misión, un trabajo, nacimiento o muerte. Cuando el lema de un procedimiento es el orden, la honestidad y la claridad, el resultado es la paz y el progreso; escrito está en nuestro corazón, es una enseñanza importante que Dios nos grita desde el interior.
- Dios es sabiduría absoluta. Él todo lo conoce, presente, pasado y futuro. Nosotros, como sus hijos, tenemos también el conocimiento de la naturaleza y la comprensión de las leyes cósmicas. Nuestro Atman interno conoce las leyes y los pasos para la conciencia.
Frente a este conocimiento, que Dios lo es todo, felicidad suprema, paz y sabiduría absoluta, muchos se preguntan por qué nuestro mundo está plagado de tristeza, dolor e intranquilidad.
Muchos dirían que son hazañas de demonios o del mismo diablo, pero esto es absurdo. En el universo existe un Dios, el gran Padre del todo. Ningún ser sobrenatural de la luz o de las tinieblas, ninguna fuerza, por negativa o angélica que sea, puede acercarse y, menos, igualar a la del Padre universal, ni siquiera se puede hablar de cantidad o magnitud cuando se habla de Dios; es algo que se escapa de nuestra comprensión pequeñísima y mental.
Nosotros estamos acostumbrados a un juicio muy personal, que abarca poco de nuestra realidad. Pero si logramos mirar más allá, entendiendo nuestra realidad como parte de un todo, podremos ver que las calamidades, guerras, epidemias, y otras tragedias, son en realidad parte del gran equilibrio.
La conciencia es lo que nos permite reconocer el orden de las cosas y convivir armoniosa y felizmente con todo lo que nos rodea y con nosotros mismos.