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Cristianismo primitivo

Publicado en04/01/2022 Por


El concepto de reencarnación ha querido ser eliminado de las religiones cristianas durante siglos y, aunque muchos quieran negar la profundidad espiritual del mensaje cristiano, es imposible desconocer su origen místico.

Es tan cierto el mensaje reencarnacionista contenido en la instrucción de Cristo, que aún hoy podemos leerlo en la Biblia, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento.

Todos sabemos que el Nuevo Testamento fue escogido casi que arbitrariamente trescientos años después de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo y que, a partir de entonces, durante los siguientes siglos, y hasta hoy, ha sufrido todo tipo de modificaciones y recortes.

Curiosamente, a pesar de todos estos cambios, hoy podemos aprender de la reencarnación en el testimonio de los evangelistas y darnos cuenta de que el concepto es una continuidad del mismo mencionado en el Antiguo Testamento.

Veamos, por ejemplo, el evangelio según san Mateo, capítulo 11, versos 13, 14 y 15: «Porque todos los profetas, y la ley hasta Juan, pronunciaron lo por venir y, si queréis entenderlo, él mismo es Elías, que debía venir. El que tiene oídos para entender… entiéndalo».

En este fragmento del Nuevo Testamento, Jesús dice textualmente que Juan Bautista es el mismo profeta Elías.

En el mismo evangelio, Jesús, en el capítulo 17, en el verso 12, dice, con tremenda claridad: «Yo os declaro que Elías ya vino y no le conocieron. Y entonces entendieron los discípulos que les había hablado de Juan Bautista».

Además, en el Antiguo Testamento, y en escrituras sagradas paralelas, concretamente el profeta Malaquías dice: «Yo enviaré al gran profeta Elías, poco antes de que venga el Mesías”, como una profecía del mismo Dios.

Jesús no tenía la intención de propagar una «nueva verdad», sino que vino a reconfirmar doctrinas como la hebrea, la filosofía india y la egipcia. Su enseñanza fue dirigida a todos, pero es muy común ver en el Nuevo Testamento frases como «el que tenga ojos… que vea» o «el que tenga oídos… que oiga», refiriéndose al nivel de evolución de la conciencia y todo lo que deriva de ella.

El consciente es clarividente, es clariaudiente, es intuitivo y presiente, es conocedor, y sabe de los grandes misterios de la vida. Un ser evolucionado puede leer en el alma de los demás el pasado y puede conocer su misión presente y futura, tiene el poder de reconocer los grados evolutivos alcanzados en encarnaciones pasadas.

Aquellas personas que durante su vida han ingresado a los templos blancos de la dimensión del tiempo, que han ingresado a la gran biblioteca de la Tierra, saben qué cuerpos han ocupado los grandes guías. Jesús, el Cristo, es el ser de más alto grado evolutivo en la jerarquía planetaria, él sabe que Juan Bautista es el mismo Elías y lo dice abiertamente en el Nuevo Testamento.

Y es que, aunque los seres humanos intenten ocultar la verdad, reescribirla o modificarla, la verdad es una sola, y siempre sale a la luz.

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