Destrucción de la Biblioteca de Alejandría
La Biblioteca de Alejandría, una de las más antiguas, bellas y completas de nuestra historia, tuvo una destrucción triste y sistemática; destrucción que siempre fue guiada por los intereses esclavistas y manipuladores de los imperios.
El primer suceso de destrucción de invaluables volúmenes de conocimiento se dio cuando Marco Antonio le regaló a Cleopatra doscientos mil volúmenes de la Biblioteca de Pérgamo. Esta biblioteca, situada en lo que hoy es Turquía, contenía un sinnúmero de tesoros y misterios de la vieja Troya, saqueada por griegos y romanos.
Muchos no recuerdan a Pérgamo, que era la misma Troya, llena de tesoros valiosos de arte y literatura, una de las viejas cunas del saber. Allí nació la mitología, ‘La Eneida’, por ejemplo. Uno de los grandes tesoros de Pérgamo era su biblioteca.
Recordemos que en la Antigüedad los libros no se hacían de papel, sino de pergamino, y este nombre viene precisamente de esta hermosa ciudad de Pérgamo. Su bellísima biblioteca tenía libros en todas las modalidades de pergamino, algunos adornados con hojillas de oro y bronce, enmarcados en telas con hilos de oro. Los troyanos eran maestros en hacer libros perfumados, existían códices rarísimos, elaborados de tablillas de cerámica, que tenía la misma dureza y apariencia del bronce. La biblioteca era de ensueño, la construcción era babilónica y tenía todo el saber de los viejos babilonios.
Las historia dice que el trasteo de la Biblioteca de Pérgamo hacia Alejandría demoró cinco años y en este proceso se filtró información muy valiosa que no le convenía al bárbaro Marco Antonio ni a Cleopatra VII, información relativa a los antiquísimos rituales e historia de persas y babilonios, igual que la tradición bellísima del increíble reino de Ilión. Y fue en este trasteo que comenzó la verdadera destrucción de la historia de Troya.
La segunda destrucción se dio en el año 47 antes de Cristo, cuando Julio César organizó una destrucción dirigida, precisa y localizada. Aunque fue una gran pérdida, se calcula que esta destrucción solo devastó un 10 % de la biblioteca y se considera que fueron unos sesenta mil volúmenes de valor incalculable y de recuperación imposible, muchos de ellos robados para uso personal de César. Los que llegaron a Roma, en gran porcentaje fueron quemados con la desaparición de César.
La siguiente persona que atacó y destruyó gran parte de la Biblioteca de Alejandría fue la emperatriz Zenobia, reina de Palmira, que se opuso a la dominación romana y, por lo tanto, atacó todo lo que estaba dominado por ellos, incluida Alejandría.
No hay certeza de qué se destruyó en este ataque, ya que fue desorganizado y lleno de ira, pero se sabe que dañó lo que quedaba de la antigua biblioteca en tablillas de magia de Babilonia, las colecciones de la Biblioteca Real de Nínive de Sargón. También se destruyeron todas las tablillas conocidas como “Tablas de las estrellas” o los “Manuales de magia babilonia de Calah”, un tesoro que databa de 1.300 años antes de Cristo, también se perdieron las bibliotecas acadias y semitas, más antiguas que las de Calah y los tesoros asirios.
Todo esto fue destruido por Zenobia, quien también destruyó la sección griega de rollos, escritos por todos los maestros y sabios excelsos de Grecia. Se concentró particularmente en la réplica alejandrina de la Biblioteca Octaviana y la Palatina, y ya para ese entonces estaban en Alejandría las colecciones de Sila y Varrón, tesoros romanos llevados allí después de la destrucción de Julio César.
La destrucción de la emperatriz Zenobia ocurrió cerca del año 270 o 271 y, aunque fue masiva y horrorosa, no alcanzó a destruir con fuego y agua toda la biblioteca, solo una ala.
En el año 285 el emperador romano Diocleciano, gran estratega y conquistador, recuperó Alejandría y, con su objetivo de borrar todo trazo de la cultura e historia egipcia, atacó la Biblioteca de Alejandría.
Entonces la orden era clara: destruir y quemar todo lo relacionado con alquimia para que los egipcios no pudieran fabricar riquezas en contra de Roma, destruir el ala fenicia e incendiar todos los papiros egipcios, destruir los libros hebreos de cálamo de caña y los libros de tela y goma. Destruyeron los libros del Palacio Real de Nefirikere, todos esos rollos de magia y medicina natural que databan del año 2750 antes de Jesús. Destruyeron también la Gran Biblioteca de Ozymandias de Tebas y la famosa colección antigua egipcia del “Consultorio del alma”, de un valor increíble para los egipcios, atesorados en Alejandría desde la época de Tolomeo I, todo esto por el miedo de que con ese conocimiento pudieran crear un ejército contra Roma.
Aun con toda esa destrucción, y la pérdida de conocimiento absolutamente invaluable, la Biblioteca de Alejandría no vio su fin en ese momento.