Extraterrestres: aquí y ahora
Mucho se ha especulado acerca de la existencia de civilizaciones extraterrestres, tanto, que organismos privados y estatales alrededor del mundo han destinado grandes sumas de dinero para investigar avistamientos, aterrizajes o intervenciones de objetos; pero, dada la gran cantidad de material falso que ha sido manipulado para crear sensacionalismo, los verdaderos estudios con reales pruebas e imágenes han pasado inadvertidos o recibidos con incr
Mucho se ha especulado acerca de la existencia de civilizaciones extraterrestres, tanto, que organismos privados y estatales alrededor del mundo han destinado grandes sumas de dinero para investigar avistamientos, aterrizajes o intervenciones de objetos; pero, dada la gran cantidad de material falso que ha sido manipulado para crear sensacionalismo, los verdaderos estudios con reales pruebas e imágenes han pasado inadvertidos o recibidos con incredulidad.
Es una indudable afirmación que el universo es infinito, tan absurdas son sus dimensiones, que aventurarse a calcular un dato que cuantifique los objetos estelares es un disparate. En el espacio se obedecen leyes, matemáticas exactas y la ruta de la espiral es la guía de la perfección, tanto en la materia como en los estados ultrafísicos.
Al observar el universo, es fácil reconocer el común denominador en el ciclo de formación y desaparición: las estrellas emiten luz gracias a las interacciones comunes a todos los astros de su mismo tipo, la gravedad une y separa los cuerpos de la misma forma a lo largo del espacio, los átomos y las moléculas tienden a agruparse de manera similar. Aplicadas estas condiciones exactas, ¿es acaso absurdo pensar que los elementos se agrupen en otro espacio para dar origen a la vida? Entonces, la posibilidad de vida en el universo es infinita.
La cantidad de evidencias que hay en la actualidad, como videos y fotografías, no se compara con aquella que podemos observar en el legado histórico en las civilizaciones de edades remotas. Este es el caso de Egipto, de los mayas, los vedas, la ‘Edda’, Nazca, etc., que son, sin duda alguna, una evidencia fidedigna de la intervención de civilizaciones más avanzadas, espiritual y tecnológicamente.
Aun hoy se mantienen en pie una gran variedad de edificaciones y elementos que testimonian un pasado de gloria evolutiva, y, si observamos las escrituras sagradas de las religiones milenarias, vemos con claridad que se encuentran los sencillos y generales códigos de la configuración universal.
Es tan aplastante la certeza sobre la vida extraterrestre, que cada vez es más común oír de grandes figuras la hipótesis de que la civilización humana fue sembrada por inteligencias superiores y que su permanente presencia en la Tierra no es para observar un desarrollo experimental, sino para salvaguardar el progreso de un grupo de seres inteligentes con una misión específica.
El universo, su distancia y dimensiones son simplemente inimaginables, y existen aún muchas leyes cósmicas que no se han explorado, pero debemos saber que, paralelos al mundo de la materia, existen senderos y dimensiones no descubiertas, estados de conciencia superiores en los que se pueden salvar distancias, transportar objetos pesados y explorar lejanías.
Son estados multidimensionales en los que es posible experimentar con el tiempo-espacio y, si lo pensamos, podemos darles una explicación a las súbitas apariciones y desapariciones de naves o a hechos insólitos que consideramos un misterio. Por esto, nos atrevemos a afirmar que ellos conocen las dimensiones superiores y que, además, manejan los puentes y vórtices interdimensionales.
Esto nos lleva a una conclusión: están aquí y ahora, tal vez en estados de conciencia diferentes, en los que se constituyen como guías espirituales o científicos, donde son creadores y mentores de corrientes de pensamiento o de grandes revoluciones o renovaciones culturales.
Ahora bien, la procedencia de dichos visitantes es igual de ilimitada que el universo. En culturas de la Antigüedad se mencionan algunas estrellas particulares, como Sirio, por los egipcios. Los mayas registraron a Antares, Aldebarán y al conjunto de Orión como su propia casa; los vedas nombran al conjunto de Alfa Centauro, y en las viejas leyendas druidas aparece la extensa constelación de Virgo como el origen de los conocidos poderes mágicos. Todos ellos, astrónomos reconocidos, dejaron en sus monumentos y memorias la constancia de sus respectivos lugares de origen, dejando el conocimiento en las proporciones, direcciones y lenguajes de cada construcción.
Las escrituras antiguas nos indican también la base de la configuración humana: tenemos siete centros principales de luz y siete sentidos de relación externa, y nuestra estructura ósea está diseñada para proteger este sistema de avanzada. Es de suponer que nuestros antecesores, venidos del espacio exterior, ostentaban los mismos códigos estructurales.
Los mayas, por otro lado, nos hablan de las cuatro sustancias, que, unidas en escalera a una quinta, conforman el principio de la vida; verdad que corresponde exactamente a las cuatro bases nitrogenadas de la espiral escalonada del ADN. Esta codificación, en átomos y moléculas, está dada desde tiempos inmemoriales, marcando la semejanza de los seres inteligentes de la Tierra con sus antepasados del espacio exterior.Las diferencias son solamente de forma, adaptación y evolución, pero la esencia y la misión de retornar al centro perfecto del corazón universal es la misma.