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Sobre el karma y el bautizo

Posted on02/26/2018

Cuando hablamos de karma y bautizo, no tratamos de desprestigiar ninguna religión o ceremonia sagrada; todas son bellísimas y de gran significado iniciático. Hablaremos de la verdad con relación al bautizo del alma, tan estudiada y analizada por grandes maestros, alquimistas y guías espirituales.

Cuando hablamos de karma y bautizo, no tratamos de desprestigiar ninguna religión o ceremonia sagrada; todas son bellísimas y de gran significado iniciático. Hablaremos de la verdad con relación al bautizo del alma, tan estudiada y analizada por grandes maestros, alquimistas y guías espirituales.

Ellos hablan del bautizo de una manera distinta, del bautizo interno, relacionado con el trabajo del alma. Algunos lo han nombrado como el “bautizo de agua y fuego”.

Cuando hablan de agua, se refieren a las aguas de la vida, la reconstrucción total de la memoria celular, nerviosa, astral y del ADN, a través de meditación dirigida de alto tantrismo, de comunicación entre el cuerpo, la mente y el alma. En este proceso recuperamos el título de humanos, pues en este momento somos “cascarones pretenciosos”. Nuestro cuerpo está adormecido, nuestra compatibilidad con el alma es escasa y nuestra comunicación con el Ser es casi nula.

El fuego, del que hablan los maestros y las escrituras sagradas, se refiere a temas de fluidos energéticos del cuerpo, al estudio del aura, al cambio de polaridad energética, a la energía de las manos y a la mental, al poder del sonido, de los colores y las imágenes. Todo se relaciona en este concepto de fuego.

Entonces, ¿qué es ser bautizado? Es sumergirse en las aguas de la conciencia y ser tocados por la iniciación del Ser, que es el significado del río Jordán. Las aguas son la conciencia y el entendimiento, la paloma es la clarividencia, Juan el Bautista es el Ser y Jesús es el alma cristificada. Es un pasaje bellísimo, de hermetismo puro.

Muchos se pueden preguntar si los sacramentos no existen y la respuesta puede herir algunas susceptibilidades.

Una cosa es los sacramentos ceremoniales y otra el sacramento interno. Los ceremoniales existen por una razón muy válida, pues son un símbolo que resuena en el alma, que nos recuerda una verdad maravillosa. Pero, si los sacramentos no son realizados en las aguas de la vida y en el fuego del espíritu, entonces, no pasarán de ser una ceremonia muy bonita. Cada uno de nosotros debe apropiarse de la iluminación.

Debemos dar el primer paso en este camino, aprender a oír, leer y cambiar nuestra actitud, con un trabajo diario e integral. Y es solo este desarrollo espiritual lo que verdaderamente nos llevamos al desencarnar; todo lo demás se queda.

Cada encarnación nuestra es un aprendizaje, una universidad en la que experimentamos cosas buenas y malas, gozamos y sufrimos; todo es un balance de positivo y negativo, de Yin y Yang. Cada vida es una nueva profundización y expectativa que va puliendo las facetas del alma, es la ley de la vida, y cada quien debe hacer su trabajo.

Muchos se han preguntado si ser buenos, rezar y esforzarse por tener una vida espiritual positiva ayudará a que otros seres queridos, como hijos o nietos, evolucionen más rápido o tengan un mejor karma. La respuesta es “no”. Nadie paga el karma de otro; es una ley. Lo que sí podemos es rodearlos de un ambiente positivo en el que se despierte su inquietud espiritual. Ellos recorrerán su propio camino y solo pagarán el karma correspondiente a su trabajo espiritual.

En la medida en la que somos iluminados, en la que aumentamos más la conciencia, nuestros actos son más armónicos con el Ser, somos más espirituales y nuestro nivel de conciencia nos acerca más a la realización. Los maestros también obedecen a las leyes del destino y a las del karma en muchas escalas de la sensibilidad. El despertar de la conciencia no es un camino fácil, va más allá de la meditación y la oración.

Es parte de nuestro karma hablarles de todos estos temas, de contarles que el ocultismo ya no existe, que lo esotérico tiene que salir a la luz, que el egoísmo del conocimiento tiene que acabarse y que los velos de la sabiduría se deben correr.


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