Energías negativas y enemistades en el hogar
Muy a menudo surgen todo tipo de dudas y cuestionamientos acerca de las consecuencias que acarrean personas que dentro del núcleo familiar fomentan enemistad, chantajean emocionalmente y hasta llegan a usar energías negras para tratar de controlar a la pareja y/o a los hijos.
Esta es una situación muy compleja de definir, que inicialmente se puede explicar con un precepto común: «Existe su verdad, existe mi verdad y existe la verdad».
Generalmente, cuando estamos involucrados afectivamente con una persona, vemos la situación con un filtro sesgado, no somos imparciales, además, es muy difícil hacer que alguien tenga sentimientos opuestos con relación a su propio comportamiento. En otras palabras, los actos de cada persona definen y sustentan la relación que puede tener con su pareja o con sus hijos.
Si la persona es desinteresada, falta de amor y cariño, estas condiciones van a calar en la dinámica de pareja o con los hijos. Así mismo, es muy complejo que una persona logre disuadir a otra cuando los hechos hablan más que mil palabras. Si un padre o una madre es amoroso con sus hijos y con su pareja, si muestra interés real, es muy difícil desmentir esta relación.
Ahora bien, cuando una persona, con el fin de controlar o dañar una relación, se vuelca a utilizar métodos mezquinos o engañosos, como fomentar la enemistad dentro del núcleo familiar, acarrea un karma muy poderoso. Y este karma no se compara con el de aquellas personas que utilizan energías negras.
En primera instancia, hay que aclarar que quien trabaja con estas energías no tiene idea de lo que está manejando, ni del karma que causa. Cada angustia que causamos, cada preocupación, cada desequilibrio que propinamos a otro, se nos devuelve multiplicado. Esta norma se cumple tanto para quien hace el trabajo como para quien lo manda a hacer, y en un muy corto tiempo.
El karma siempre encuentra el balance, la ley cobra, pero no en la misma proporción. Los intereses de la ley son altísimos para aquellas personas que la infringen de esta manera tan espantosa. Si, además, sucede que quien inflige esta angustia y dolor es la madre o el padre, entonces, el karma es aún más horrible y pesado.
Los padres tienen un deber moral con sus hijos, que solo culmina con la muerte. Los hijos son almas del cielo mandadas a nuestro hogar para que despierten conciencia, por eso, como padres, todo nuestro ánimo, intención y fuerza deben estar enfocados en darles las herramientas y ayudarlos para que alcancen la realización, para que sean felices y logren todas sus metas. Cualquier elemento, conversación o intención que trunque este objetivo, genera sufrimiento y karma.
Cuando la fuerza negativa es dirigida a la pareja, genera el mismo resultado kármico, cuando uno de los miembros de la pareja es mentiroso y chantajista, con el fin de amarrar o retener, entonces, existe desequilibrio y sufrimiento.
Un ejemplo, muy común en nuestra sociedad, es cuando una mujer decide, egoístamente, quedar embarazada, de un hijo tal vez no deseado, con el único fin de retener a su pareja. La situación degenerará, con toda seguridad, en lágrimas, tristeza y arrepentimiento en un futuro cercano.