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Las escrituras místicas tienen un mismo origen

Posted on02/04/2021 by

Muchos podrán sorprenderse al pensar que las escrituras antiguas y sagradas de las diversas religiones y creencias tienen un patrón común y un origen similar.

Por muy absurdo que nos parezca, la realidad es que es completamente cierto, y no es una opinión, es una aseveración basada en pruebas y fuentes indudables.

Los viejos conocimientos o las «biblias» de los saberes místicos de nuestra antigüedad tienen un origen común, y no porque unas sean copias de las otras, sino porque narran un mismo acontecimiento de una u otra manera. Por ejemplo, varios libros sagrados relatan una gran inundación, cuando, con la misma secuencia, un ser superior lo advierte, se prepara una nave y después se examina si ya acabó el desastre, generalmente, con palomas u otras aves.

El relato del Gran Diluvio lo encontramos en la historia de Babilonia, en el que el ser superior es conocido como Utnapishtím y forma parte de la narración mística de Gilgamesh, casi dos mil años más antigua que el Antiguo Testamento. Y es que el Gran Diluvio no es más que la historia del cataclismo de Atlántida, en este caso, contada en Babilonia.

En la historia de Babilonia, los seres de luz que venían del negro espacio vivían con la gente de aquí, pero, decepcionados de los humanos, decidieron acabar con la gente en una inundación. Al mismo tiempo, tenían que conservar un remanente para una siguiente humanidad, separando algunos grupos y disponiendo una nave especial. La humanidad fue destruida y las almas quedaron en espera en el estado intermedio. En los libros se dice que la humanidad quedó convertida en arcilla, en cuerpos huecos, a los que no podía acceder el alma.

Utnapishtím soltó palomas, cuervos y golondrinas para saber si el diluvio había terminado y si los nuevos bordes de las tierras ya estaban definidos. Luego, el nombre sagrado de Enlil determinó que en adelante los cuerpos maltrechos que habían quedado como remanente después del diluvio, se perfeccionaran, hasta parecerse mucho a los seres de luz. Serían muy semejantes a los seres del espacio negro profundo, y es que Enlil era el rector de los ángeles.

Las historias de estos seres son muy complejas, pero lo increíble es que concuerdan con las líneas sagradas celtas y vikingas y con las Sagas de Islandia, por esto, no es absurdo pensar que todo tiene el mismo origen. El cuento de la bella durmiente es una saga de Islandia, lo mismo que las historias de Babilonia, y cada uno de los libros del Antiguo Testamento judeo-cristiano coinciden con las Sagas, existentes varios milenios antes de la Biblia.

En Sumeria y Babilonia se dice que sobre la luz de las constelaciones llegó a la Tierra el rector de la luz, un ser llamado An o Anú, y su esposa asumió con tanto amor el proyecto que la llamó con su propio nombre: «Kí». Todo el poder de ellos llegaba del Cielo, eran muy poderosos y distintos, sus cabezas eran más grandes y, por tanto, se mencionaban como los seres o los dioses de la tiara. Eran hermosos, pero su frente era gigante y sus ojos enormes.

Anú y Kí, su esposa, crearon dos hijos: uno era muy espiritual, muy místico, solo cielo, solo espacio negro y profundo, este ser era Enlil, el cielo y el espacio en su mente; y su hermano, que era Enki o Ea, el ángel de la Tierra, se describía como solo tierra, solo vegetales, solo perfumes, solo olor de agua de océano y solo pureza de agua dulce. A él le dieron varios nombres y en su intención estaba salvar al hombre y el proyecto de las almas en la Tierra. Cuenta la historia del diluvio que fue Ea o Enki quien defendió la idea de salvar un remanente para la nueva humanidad, fue quien propició las siete migraciones a las tierras inhóspitas y fue quien guardó la memoria en los cubos de la isla intacta después de la gran inundación.

Las coincidencias son simplemente extensas. Mucho antes de la Biblia, en el mito de Ormuz, que era el mismo Aura-Mazda de la civilización persa, se hablaba de los primeros humanos creados para recibir las almas de la luz del espacio; los Adama y las Evah, por eso, no es raro que la Biblia tomara el nombre de la civilización adámica a partir de las historias de Ormuz. Con esto se muestra que el pueblo hebreo es persa, acadio y babilonio, y que todos son de origen nórdico. Estos libros bíblicos se parecen mucho a los persas y a las sagas del hielo del Polo Norte, en una época en la que el clima de la Tierra era distinto.

Si examinamos textos como la Biblia, El paraíso perdido de John Milton o los textos judíos más viejos, vemos que la idea del infierno y los mundos celestiales fueron concebidos por los persas y tienen mucha relación con los vikingos y con las sagas del hielo; comenzamos a ver la misma idea de la Trinidad en la era de Tammuz y de Mitras, y vemos figuras crísticas como Hermes, Horus, Mitra, Heracles, Adonis, y tantos con las mismas características. No solo existe la red del mundo en nuestra comunicación de corazón a corazón, también existe esa red o tejido en nuestra memoria.

 


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