Hablar de la verdad
Hablar de la verdad puede ser un tema escabroso. A pesar de que la verdad es una sola, decirla sin miramientos o «ajustes» puede lesionar, molestar y cuestionar las ideas de muchos.
En nuestro programa de radio siempre hemos sobrepuesto decir la verdad sobre cualquier disgusto e incomodidad que esta pueda generar.
Hablar, por ejemplo, de la vida secreta de Jesús y María Magdalena, preguntándonos si es probable un matrimonio entre ellos y, con ello, despejar más de dos mil años de una incógnita calumniosa, en la que se ha visto este posible enlace del ser más santo como un hecho pecaminoso.
Otro ejemplo es hablar de la reencarnación, tanto en la Biblia como en el cristianismo primitivo, donde el cuerpo es habitado por un espíritu con un alma inmortal. Pero, desafortunadamente, estamos en la época de las sectas, cuando la conveniencia y el querer moldear la verdad para que sea mejor recibida, es demasiado común. Esto se constituye en barreras de la verdad, donde no es conveniente decir ciertas cosas.
Es, definitivamente, complejo hablar de este tipo de temáticas, pero «ajustar» la verdad es condicionarla y hacerla relativa. Pero la verdad es absoluta y, aunque sea muy difícil de entender, de comprender o de expresar, alguien tiene que asumir la labor de comunicarla tal y como es, sin embellecerla o modificarla.
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