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De qué se alimenta el ego

Posted on08/04/2022 by




Cada recién nacido llega a este mundo con un cuerpo perfecto, inmaculado, en el que las conexiones nerviosas no han recibido la descarga del ego negativo.

En ese momento nuestro cuerpos solo tienen el defecto de la ira y de la ansiedad, y, lentamente, mientras crecemos, otros defectos comienzan a aparecer, llenándonos de miedos, inseguridades, traumas y energías mentales negativas.

Cuando nace un ser humano común, de un nivel espiritual estándar, todas las condiciones se dan y son propias para que se desarrolle el ego, y los defectos. Si, en cambio, el ser que nace es de luz, evolucionado, estas condiciones se ven limitadas, para que su Ser interior no entre en contacto con la energía mundana de la civilización.

Recordemos que nuestro verdadero Ser interior no tuvo un principio, por lo tanto, no tiene un final. Por esto, nuestro Ser es eterno y nos urge a evolucionar para que en cada encarnación busquemos la evolución y la erradicación de los defectos, pues, a diferencia del Ser, los defectos mentales sí tienen un inicio y, por lo tanto, un fin.

En el momento en el que tenemos claro que el ego se transforma con análisis, con estado de alerta y con meditación, estamos en el camino genuino de la evolución. Pero, primero debemos hacer un inventario, tener un entendimiento de nuestros defectos.

Pero ¿cuáles son estos defectos? Muchos conocemos los básicos:

  • Orgullo: referente a la falsa dignidad.
  • Avaricia: manía de acumular cosas sin necesitarlas.
  • Lujuria: excesos relacionados con el sexo.
  • Envidia o codicia: querer tener lo de otros.
  • Gula: comer o tener vicios por placer sensorial.
  • Ira: ser impacientes e intolerantes con los demás.
  • Pereza: ser inamovibles o impasibles frente a deberes y obligaciones, apatía y desánimo para todo.

Pero, si observamos este listado con atención, podemos analizar que solo es una parte de los defectos del ego, y que falta más profundidad.

Fuera de esos defectos capitales, vemos que cada uno de nosotros tiene otros, como miedos de vidas pasadas, miedos generados por traumas o tristezas de nuestra niñez y juventud… Tenemos, además, cargos de conciencia y remordimientos que no nos dejan avanzar a la velocidad que quisiéramos. Tenemos todo tipo de muletillas que alimentan nuestro ego, lo cual llena nuestra vida de energía no manifiesta de la mente, una energía que se conoce como ansiedad.

Pero todos estos defectos que residen en nosotros, debemos identificarlos y exponerlos en nuestra conciencia en busca de transformarlos en energía positiva.

Para esto, debemos estar en estado de alerta constante, ser conscientes, minuto a minuto, segundo a segundo, de lo que somos y hacemos, y de la razón de nuestro actuar. Por ejemplo:

  1. ¿Quién soy?
  2. ¿Qué hago?
  3. ¿Por qué razón actúo así?
  4. ¿Para qué lo hago?
  5. ¿Dónde estoy?
  6. ¿Cuál es el tiempo?
  7. ¿Es importante lo que hago?
  8. ¿Soy justo?, ¿soy equilibrado en esto?

Estas preguntas son toda una meditación. Es increíble el resultado que obra en nosotros el permanente estado de alerta. ¿Se imaginan si hubiésemos hecho el ejercicio la última ocasión en que se manifestó en nosotros la ira?

Y si a esto le agregamos el estudio del ego en las condiciones que busca de nosotros para manifestarse, y si adicionamos una meditación de conexión mental en las noches y las mañanas, entonces, nos convertiremos en mejores personas, inevitablemente; entonces, seremos inmensamente espirituales.


Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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