El Ser y el ego
En artículos pasados hablamos de cómo el Ser es nuestro espíritu inmortal, nuestro Atman, que nos acompaña en cada encarnación y desencarnación.
Nuestro Ser es aquella parte de nosotros que es permanente y que busca el camino a la iluminación. El ego, por otro lado, es el completo opuesto del Ser; son contrapartes.
Cada ser humano encarna en su vida con una misión, que no está relacionada a una religión o creencia específica, sino que esta voluntad está guiada por el karma. Por lo tanto, es el destino, y el apostolado de nuestra vida.
En este destino, todos tenemos escrito el trabajo espiritual, el camino hacia la evolución, que, aunque requiere verdadero esfuerzo y trabajo constante, se reduce a unos sencillos conceptos: autorrealización, autocorrección y autorregeneración.
Recordemos que cada uno de nosotros tiene el potencial de ser clarividentes, de ser clariaudientes, de desdoblarnos conscientemente y de viajar en la Cuarta Dimensión, y aprender de los grandes maestros de los centros de sabiduría del planeta Tierra.
Pero, para alcanzar este potencial, necesitamos trabajar arduamente, necesitamos entender que para llegar al Ser debemos primero disolver el ego, debemos autoanalizarnos constantemente y meditar mucho. Requiere, de parte nuestra, conocimiento, equilibrio y objetividad. El ego no se transforma por el solo hecho de estar vivos.
Necesitamos trabajar en un desarrollo espiritual si nos queremos convertir en el maestro potencial que vive dentro de cada uno de nosotros.
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