¿Qué misión tenemos?
Nuestra primera misión en la vida es la evolución, y a ella debemos encausar toda nuestra atención, intención y energía.
Para lograrlo, es necesario obrar con equilibrio, siguiendo ciertos parámetros que se dan si vamos por buen camino.
Amor
Es necesario ayudar a nuestros semejantes, sin infundir temor, sin chantajes o amenazas. Debemos enseñar a los demás el camino correcto con el único propósito de que registren este rumbo.
Actividad
El camino espiritual es un esfuerzo continuo que debe permear cada instante y actividad de nuestras vidas; cuando comemos, al dormir, cuando vamos en carro o al lavarnos los dientes. La conciencia debe invadir el alma.
Desprendimiento
Existen dos conceptos clave en la espiritualidad: La individualidad que recomienda la meditación, y la libertad.
El desarrollo interno es absolutamente personal; nadie, ni el vecino ni una multitud devota podrá hacer el trabajo por nosotros.
La libertad se refiere a que la voluntad de evolucionar debe nacer de cada uno, nunca del miedo. Cada uno de nosotros debe buscar en su corazón y oír la voz del Íntimo que nos llama a reconquistar nuestra naturaleza divina.
Resultados internos
Un practicante que realice bien su trabajo de desarrollo espiritual, verá los frutos de su siembra. Empezará a ver los colores del éter, el aura de las plantas, los animales y las personas. Comenzará a salir en astral de manera consciente, podrá oír mensajes lejanos, ver con clarividencia a una persona a la distancia o podrá saber dónde se encuentran focos de energía positiva o negativa. También podrá dominar sus impulsos astrales, mentales y físicos, y percibir fácilmente el pensamiento de los demás.
Seguridad y fe
Cualquier práctica u orden mental o espiritual tiene un efecto multiplicado si se efectúa con seguridad y fe. Ese efecto está prácticamente asegurado.
Muchas personas desarrollan prácticas y recitan mantras de forma automática, como quien recita una poesía obligatoria del colegio; estas prácticas se convierten en acciones sin fuerza, sin alma.
A todos nosotros, desde que nacemos, nos es encomendada la misión fundamental de la evolución. Y dentro de esta tarea fundamental, cada uno de nosotros tiene un camino importante de amor.
La primera misión es la de la familia y el hogar, los hijos, la pareja, los padres y hermanos, y el objetivo en este caso es ser un factor espiritual en el núcleo familiar. Tal vez, más como ejemplo y receptividad al interés espiritual.
Otra misión es orientar un pequeño grupo de trabajo, o espiritual, enfocándonos especialmente en su desarrollo y bienestar. Un ejemplo puede ser una pequeña congregación o una empresa.
Esta última misión puede presentarse en algunos casos a gran escala, en la que las personas tienen la misión de conducir la mente de todo un barrio, una empresa grande, un pueblo o una ciudad. Y el enfoque puede variar, puede ser desde la religión, desde la política o como ayuda comunitaria.
Finalmente, es importante diferenciar que en el mundo espiritual existen dos grandes tipos de misiones, una externa y otra interna.
La misión externa es hermosa y se enfoca en guiar por el camino correcto a seres que tienen una inclinación espiritual. Esta puede ser una misión compleja y difícil, malentendida y llena de sacrificio, pues requiere una gran entrega a la humanidad.
La misión interna es cuando existe el trabajo en los mundos internos, cuando el alma tiene la tarea de ayudar a otros en los cambios y tránsitos de los cuerpos sutiles, porque en las dimensiones superiores existen escuelas y universidades del espíritu.
Todas las misiones que hemos nombrado son bellas y espectaculares, ninguna es más o menos importante que la otra. Es tan trascendente la misión de la persona de alta jerarquía espiritual, que está encargada de conducir un aspecto humano, como la misión de la madre encargada de dirigir y formar la personalidad de un hijo.
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