En el futuro, la ciencia y la espiritualidad caminarán de la mano

Vemos, por ejemplo, cómo las 12 partículas subatómicas se parecen mucho a los 12 números mayas primordiales, a los 12 conceptos de la creación.

La ciencia avanza a pasos agigantados. Hace apenas unos años se consideraba que el átomo estaba compuesto por tres partículas: los protones, los neutrones y los electrones; hoy se sabe que está compuesto por 12. Y esos quarks and muones coinciden con los antes nombrados números mayas y sus simbologías.

Las cuatro fuerzas hasta ahora descubiertas se parecen a las simbologías de los persas, los seis lenguajes del universo a los que se refieren en los libros sagrados, y aún falta por descubrir dos fuerzas más.

Ahora bien, donde más notamos el parecido de las ciencias y la espiritualidad es en la Teoría de las Cuerdas, en la que un electrón no es un punto estático sino un hilo o cuerda con vibración. Por esto, debemos observar con detenimiento el conocimiento de los mayas que quedó en Chichen Itzá, lo que dejaron los indios nativos norteamericanos, como los navajos, apaches y comanches, y hasta las viejísimas historias dravídicas de la India; en todas estas narraciones se dice que el universo es una ilusión compuesta a partir de esferas.

Las imágenes de los mayas dicen que su materia es una ilusión compuesta de esferas infinitas, donde cada una es un mundo que camina y que deja un rastro, como un hilo, siempre en espiral. Están en constante movimiento, y ese movimiento puede tener distintas formas, pero siempre prevalece.

La Teoría de las Cuerdas dice que esas cuerdas o lazos vibran de distintas formas, tal cual como los hilos de luz de los navajos, que están en el sueño del espacio; hilos de música y color.

La ciencia moderna está en una carrera con la espiritualidad, corriendo paralelas, pero al final del camino ambas van a unirse y van a ser lo mismo.

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