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Cómo nos afecta la presión social

Publicado en22/01/2020


Durante la vida, cada uno de nosotros se enfrenta a algún tipo de presión social, que nos afecta, nos cohíbe o nos lleva a hacer lo que tal vez de otra manera no haríamos.

Aunque la presión social tiene cabida en cualquier momento de la vida, su aprensión se siente con más fuerza durante la adolescencia, cuando los jóvenes están identificando su posición dentro de un grupo. Aun así, existen personas completamente esclavas de la presión social durante todas sus vidas.

Muchos jóvenes inician su equivocación con las drogas, el alcohol, el cigarrillo o el sexo por esta razón; es una trampa que tiene sus pasos, una especie de ritual del que nadie habla, pero que viven todos los muchachos y que poco a poco los va atrapando.

Todo comienza cuando los jóvenes se van dividiendo en grupos basados en intereses, personalidades o espacios sociales. Es cuando comenzamos a oír: «mis amigos del colegio», «mis amigos del barrio», «mis amigos de fútbol», etc. Hombres y mujeres por igual comienzan a definirse en esos grupos y, para impresionar, tienden a hacerse los «sabios» que todo lo saben. Por lo tanto, conocen las últimas groserías, todas las vulgaridades sexuales, todos los nombres de las drogas modernas, o se aprenden frases de cajón tenebrosas, más de palabra que de experiencia, pero lo hacen para llamar la atención de sus interlocutores.

En estos espacios sociales se comienzan a ver discursos exagerados de proezas, probablemente inventadas, que buscan demostrar una falsa experiencia, sabiduría sin igual y alardear sobre una seguridad muy inestable. Los mismos jóvenes se mienten entre sí con tal de parecer más maduros y experimentados.

Quienes estudiamos ocultismo sabemos que imaginar es ver y que el comienzo de todo está en la mente. El acto primero es idea y luego hecho. Desde este aspecto comienzan a explorar y encuentran algunas oportunidades traumáticas de satisfacer sus pretensiones e inician, siempre presionados por los demás, su tortuoso camino hacia una experiencia forzosa. Y es que aquellos que no se comporten como el grupo espera, entonces son llamados raros, menospreciados y presionados a que cambien su actuar para encajar.

Esta es una realidad muy triste, de la que pocos hablan. El mismo silencio de la sociedad lleva a que estos jóvenes descarrilados se queden atrapados en círculos viciosos tenebrosos y crueles, donde prima la tristeza, la desesperanza y el poco desarrollo espiritual.

Hay diversos elementos que llevan a que estos jóvenes queden atrapados. Veamos algunos:

La sensualidad. Cuando las hormonas se unen con las imágenes sexuales, con el placer del relajamiento y las sensaciones rápidas y vertiginosas, la mente tiende a invertir grandes cantidades de energía, por ese instante de placer. Es una fascinación por el ego y la sensualidad.

La soledad. Muchos jóvenes, por el miedo a quedarse solos, a ser rechazados por el grupo al que sienten que pertenecen, prefieren incursionar en todo tipo de acciones autodestructivas.

Desconocimiento de la ley del karma. Muchos de estos jóvenes, que ya se encuentran atrapados en sus malos actos y remordimientos, prefieren bloquearlos de su mente, como si no hubieran pasado. Son muchachos que fantasean con la idea que, «si nadie me vio» o «si no se acuerdan», el hecho nunca pasó. Desafortunadamente, esto los lleva a no aprender de sus errores y, desconociendo las leyes del karma, a no pensar en el daño que pueden causar los hechos, las palabras y las acciones equivocadas.

Lo general es lo correcto. Una malinterpretación muy común entre los jóvenes es pensar que lo que es común, o considerado normal, entonces, es correcto. Si todos los compañeros fuman, si todos consumen drogas, si todos son infieles a su pareja, entonces, esto debería ser correcto. Desafortunadamente, el dicho de que «el que peca y reza, empata» es una guía de nuestro mundo moderno, pero es falsa, injusta y sumamente dolorosa.

La aprobación. Cuando los padres, en vez de combatir esta vida sin sentido, sin profundidad espiritual, la fomentan y la promueven, ellos mismos se están volviendo cómplices de una vida enfocada en el mundo material para sus hijos.

En primera instancia, los padres deben considerar que todos, incluyéndose, somos seres espirituales y que, por lo tanto, deberían plantearles a sus hijos preguntas profundamente espirituales, inquietudes del ser. Deben hacerlos partícipes del hogar, acompañarlos en sus problemas, realmente escucharlos cuando les cuentan sus dificultades. Deben preguntarles sobre su vida, pero directamente a ellos, no investigando con quienes los rodean, porque ellos siempre se van a enterar y comenzarán a tener desconfianza. Los padres deben ser sus acompañantes, sus amigos, fomentando confianza con su amistad, con respeto, con disciplina y rectitud.

Afrontemos con ellos sus problemas, sin escandalizarnos, sin horrorizarlos o reprimirlos. Hablémosles del ser átmico que todos tenemos en nuestro interior, del karma, de la meditación y de los poderes mágicos humanos.


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Etiqueta: Energía, meditacion, Ego,
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