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Los errores del pasado

Publicado en20/02/2020

 


No son pocas las personas que sufren y se angustian por el remordimiento y el conflicto mental que produce el hecho de recordar los errores cometidos en el pasado.

 

 

A HILDA STRAUSS nos envían un sinnúmero de cartas comentando estos agobios y, en su gran mayoría, los recuerdos más dolorosos son los que tienen que ver con problemas sexuales, como traiciones, infidelidades, promiscuidad, adulterio, fijaciones y aberraciones mentales, incesto, etc.; también daños causados a los demás premeditadamente, como calumnias, lesiones físicas, hechicerías, envidias malsanas, codicia, etc.

Pero, estos son errores propios de la naturaleza humana, son energías negativas presentes en las mentes de los hombres en las etapas críticas de oscuridad espiritual. Es la fase más dura y sufrida del proceso de brillo y pulido al que tiene que someterse el alma. Son los últimos suspiros del gran ego de esta civilización que está a punto de ser transformado.

Ningún ser humano puede juzgar o condenar con superioridad el comportamiento moral de sus semejantes. ¿Quién puede realmente asegurar que en esta encarnación, o en alguna pasada, no haya cometido errores, o que en su mente no tenga pensamientos desequilibrados? Todos los seres humanos somos parte de esta corriente evolutiva.

Cuando nos encontremos con alguien que haya obrado injustamente, debemos verlo a los ojos y, al tiempo, considerar que nos estamos viendo en un espejo, pues, tanto a esa persona como a nosotros, nos espera el mismo trabajo evolutivo frente al error mental, al ego, al yo imperfecto. Por esto, nuestro señor Jesucristo dijo: «El que esté libre de pecado, que lance la primera piedra». Él conocía perfectamente la ley del karma, debido a que él mismo es la encarnación del amor y de la conciencia.

La repercusión kármica sobre nuestros errores
Lo que hace la promiscuidad es incluir al participante en una corriente kármica aterradora. Cuando una persona se une a otra en una relación sexual, activa inmediatamente el circuito energético que existe en lo astral y vital en todos los seres humanos.

Cuando se activa este tránsito de energía, el cuerpo está preparado para el contacto con la otra polaridad, entonces, se cierran circuitos y se unen sistemas energéticos. El cuerpo vital de cada una de las partes se identifica profundamente y establece lazos difícilmente solubles, estableciendo así un verdadero pacto en el que se unifican las influencias kármicas de las dos personas.

Si le sumamos que ambos participantes de la relación sean a su vez promiscuos y se hayan unido con anterioridad a un gran número de personas, generando miles de conexiones con la influencia kármica de estas, vemos cómo el complejo kármico de esta humanidad se enreda y se complica en gran medida. Es por esta razón que la civilización se encuentra en un estado caótico y difícil desde el punto de vista de la conciencia.

Abandonemos la angustia, el remordimiento y el lamento
Lamentarnos por nuestros errores pasados no tiene ningún beneficio, todo lo contrario, nos envuelve más y más en el karma. Si cometimos errores, seguramente, fue para equilibrar un acto anterior.

La mente debe ser como una biblioteca de donde se toma información solo como consulta, para no cometer los mismos errores. La memoria es un elemento que debe ayudar al despertar de la conciencia, no es un mecanismo de tortura o una entidad independiente que permanentemente nos condena.

Nadie comete errores por nosotros y, por lo mismo, nadie más que nosotros paga nuestra deuda kármica. El despertar de la conciencia es responsabilidad de cada uno de nosotros, y se logra con meditación y trabajo. No es algo fácil que se logre con baños o cantando de dientes para afuera una oración supersecreta; sería engañarnos a nosotros mismos. También son un engaño los falsos guías que prometen la conciencia y la salvación con el solo hecho de estar afiliados a una secta.  

Ahora bien, la devoción y el respeto a los nombres sagrados de todas las religiones, los rituales, los baños, los aromas, etc., ayudan a predisponer al cuerpo y al alma a la espiritualidad. Son elementos en los que podemos apoyarnos, pero el camino, el trabajo y la decisión de cambiar debemos aportarla cada uno de nosotros.

Todos, en el fondo de nuestro ser, sabemos qué está bien y qué está mal; es nuestra propia mente la que nos engaña. La salvación y la conciencia nos la procuramos nosotros mismos con nuestro trabajo espiritual. La conciencia se despierta con la meditación, la iluminación energética de nuestro ser interior, el análisis y la transformación del aspecto negativo de nuestra mente y la ayuda que prestemos en el aspecto espiritual a nuestros semejantes.

Abandonemos la angustia y el remordimiento infructuoso y cambiemos nuestra forma de pensar. La conciencia es lo único que puede negociar el karma; aquello que aumente nuestra posibilidad de evolución, disminuye la probabilidad de sufrimiento.

 

 


Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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