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Medicina Natural

Publicado en22/03/2017 Por

Hoy en día es bastante común que las personas, sobre todo de Occidente, consideren a la medicina natural como una medida secundaria y hasta que no es verídica. 

Hoy en día es bastante común que las personas, sobre todo de Occidente, consideren a la medicina natural como una medida secundaria y hasta que no es verídica. Esto se debe, principalmente, a la falta de conocimiento que existe en nuestra cultura moderna acerca del manejo de las plantas y sus increíbles beneficios para el cuerpo humano.


Pero ¿por qué es tan desconocida la medicina natural en nuestra sociedad, cuando en tantos grupos humanos autóctonos de distintas partes del mundo es un conocimiento vital y profundo?


En primera instancia, debemos entender que en casi todos los laboratorios del mundo existe un presupuesto específico y capítulos y grupos interdisciplinarios de científicos que trabajan arduamente, pero que también buscan proteger sus investigaciones y salvaguardar los enormes gastos de desarrollo de un medicamento.


Al sintetizar moléculas se genera un producto que se puede patentar y explotar durante décadas, mientras que si se trabaja con plantas, estas no se pueden patentar. Adicionalmente, a los laboratorios tampoco les parece atractivo el fenómeno de las operaciones en la venta de estos recursos, pues casi todas las selvas y bosques que contienen especies de interés farmacológico se encuentran en países subdesarrollados que no pueden garantizar económica ni políticamente el abastecimiento de estas plantas. Sería, entonces, una inversión inmensa y sin la garantía de contar con la materia prima.


Por otro lado, vemos también que para nuestra medicina es bastante reciente el estudio de los principios activos de las plantas; hace apenas unas décadas. Desafortunadamente, no se ha tenido el interés de recopilar todo el conocimiento existente de los diferentes usos tradicionales de las plantas conocidos por los antiguos grupos humanos.


Una de las más grandes ventajas de las plantas es que también cuentan con células y sustancias muy similares a las nuestras, lo que las hace compatibles con nosotros. Son biodisponibles y tienen todos los efectos sobre el organismo: descongestionantes, calmantes, hepáticas, hipotensoras, expectorantes, astringentes, antimicrobianas, anticancerígenas. Cada una de estas acciones se verifica por un elemento o principio activo, que en pocos casos se sabe con seguridad y en la mayoría se sospecha, porque las plantas son organismos tan maravillosos y complejos que no es fácil establecer su fórmula completa.


Para que las medicinas natural y tradicional puedan seguir avanzando de forma prometedora en nuestra cultura, no solo es necesario conocer las plantas, sino también recolectar el conocimiento guardado por los grandes sabios, como lo son los muinanes amazónicos, los mamas, los emberas, los paeces, los tibetanos, los kucs australianos, los cheyenes, los pocos que heredaron algunos conocimientos de los mayas y otros muchos chamanes que han recopilado este conocimiento a través de innumerables generaciones.


Para esto, como pacientes, nosotros también debemos poner de nuestra parte y ajustar nuestro comportamiento inmediatista. Estamos acostumbrados a medicinas que de manera instantánea ayuden a desaparecer los males que nos aquejan, sin importarnos las consecuencias, los efectos secundarios o las cargas que puedan generar sobre nuestro organismo a mediano o largo plazo. Queremos una solución rápida, somos devotos del momento, pero no pensamos realmente en la curación verdadera, en la estabilidad de nuestro cuerpo.


Sin embargo, son muchas las especies de plantas casi milagrosas que podemos utilizar hoy con facilidad. Son de comprobado efecto y estudiadas por científicos, botánicos, médicos y farmacólogos, y han arrojado resultados sorprendentes. Un ejemplo es el ginko biloba, del que se ha demostrado que normaliza todo el sistema cardiopulmonar, desde la circulación periférica (várices) hasta la pérdida de memoria, la disfunción cerebral y toda clase de cardiopatías. Así mismo, encontramos el ajo, que distribuye y controla las grasas en el cuerpo, disuelve trombos, normaliza la viscosidad de la sangre, aumenta las células que defienden al organismo de bacterias, virus y hongos, y además se ha descubierto que puede disminuir la posibilidad de cáncer gástrico.


Definitivamente, nos falta aún mucho conocimiento para entender genuinamente todos los sorprendentes beneficios que tienen las plantas en nuestro organismo, pero, si seguimos con la mente abierta y aprendemos de los grandes sabios, ya estamos bien encaminados.
 


Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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