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Publicado en04/07/2017 Por

Una característica importante, que siempre se ha presentado en las grandes doctrinas espirituales, es el decaimiento y las equívocas interpretaciones de los conocimientos. Una desfiguración que se presenta normalmente tras la desaparición de los grandes maestros que impartieron dichos conocimientos o doctrinas.

Una característica importante, que siempre se ha presentado en las grandes doctrinas espirituales, es el decaimiento y las equívocas interpretaciones de los conocimientos. Una desfiguración que se presenta normalmente tras la desaparición de los grandes maestros que impartieron dichos conocimientos o doctrinas.

Muchas de estas modificaciones se interpretan obedeciendo las conveniencias de la sociedad del momento, con el argumento de que “es por el bien de la comunidad”. Esto ha llevado a que la gran mayoría de libros sagrados se hayan traducido o reescrito de manera subjetiva, errónea, modificando las palabras y conceptos originales.

Curiosamente, uno de los textos sagrados que más se ha conservado en el tiempo es el ‘Tao Te King’, el libro sagrado del taoísmo. Este se ha traducido a innumerables idiomas y ha sido interpretado de diversas formas, desde las más serias hasta las más absurdas. Sin embargo, aún se conserva el texto original. Recordemos que fue escrito por Lao-Tse, quinientos años antes de Cristo. Su existencia ha sido altamente cuestionada, debido a la antigüedad de la doctrina y a la confusión de las traducciones. Lo cierto es que Lao-Tse efectivamente vivió, nació en el año 575 antes de Cristo y murió pasados los doscientos años. En las dimensiones superiores Lao-Tse, que significa “Viejo maestro”, es un ser iluminado, uno de los guías sagrados de la humanidad y el gran maestro del vacío.

El ‘Tao Te King’, que significa “Libro del camino y de la virtud”, presenta una doctrina en la que se contempla el vacío y, al momento de meditar, se observa la mente como un niño inquieto que pronto se apacigua. Las doctrinas de Lao-Tse fueron tan grandes e importantes, que aún hoy en China y en Taiwán existen dos grandes corrientes que trabajan en la evolución y en la longevidad del cuerpo.

Lao-Tse nos habla del mismo tema del que hablan otros grandes guías:
Corregir la mente mediante la observación y la sensibilización ante las manifestaciones mentales.
Desarrollar el alma que aún está en estado embrionario, logrando así la comunicación con el espíritu.
Meditar en el “No ser”, en el “No estar” y en el “No tener”, y emprender una labor amorosa de concienciación con quienes han olvidado la meditación.

Recordemos también a Teresa Sánchez de Cepeda, más conocida como santa Teresa, que vivió en el siglo XVI. Era de origen judío, es una de las grandes santas de la Iglesia católica y uno de los seres que más ha defendido la meditación. Las oraciones mentales, las plegarias silenciosas, la clausura estricta y austera y la narración paso a paso del camino a la visión interior o iluminación eran su doctrina y diario vivir. Ella estaba comunicada con su Átman crístico y en sus libros, ‘Caminos de perfección’ y ‘Moradas del castillo interior’, expone su propuesta basada en la práctica propia. Lastimosamente, sus textos también fueron malinterpretados y modificados, perdiendo su esencia original. La vida de santa Teresa fue toda una odisea que continuó aun después de su muerte.

La doctrina de santa Teresa, que era en sí cerrar los ojos y sumergirse en la meditación, se ve presente en muchos otros guías espirituales. Un ejemplo es Mahoma (que en árabe significa “Alabado”), cuyas ideas nacieron en una caravana hacia La Meca. Allí, sumergido en la meditación, aparecieron ante él varios maestros de los mundos internos, quienes le comunicaron el futuro de su misión. Escribió sus textos con inspiración divina y los instruyó con lenguaje profético. Él reconocía la santidad de los patriarcas del Antiguo Testamento y, a pesar de su sufrimiento en vida, fue un ser superior e iluminado, encargado de fundar una enorme fuerza espiritual.

Lao-Tse, santa Teresa y Mahoma, seres tan distintos, de épocas tan alejadas, tienen doctrinas bellísimas, que, como hemos visto, poseen la misma esencia, la misma meta y el mismo punto en común: la meditación, que es la enseñanza del Padre Eterno en el corazón de cada guía.


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