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Códigos humanos secretos

Publicado en11/07/2017 Por

Muchas veces hemos hablado de cómo el cuerpo humano es el vehículo en el que se mueve el Ser, una máquina perfecta que recibe la señal de “aquello” más allá de lo físico. Al morir, el cuerpo pierde esta señal y se vuelve un cascarón, pero lo bello de todo es que con la muerte no se extermina el alma, esta sigue existiendo, a la espera de otro vehículo perfecto.

Muchas veces hemos hablado de cómo el cuerpo humano es el vehículo en el que se mueve el Ser, una máquina perfecta que recibe la señal de “aquello” más allá de lo físico. Al morir, el cuerpo pierde esta señal y se vuelve un cascarón, pero lo bello de todo es que con la muerte no se extermina el alma, esta sigue existiendo, a la espera de otro vehículo perfecto.

Para que un cuerpo pueda recibir un alma, debe contar con ciertas características y condiciones, códigos que se repiten para todos, que son permanentes y exactos. Son números mágicos que se esconden en la construcción de la memoria y de la estructura del cuerpo. Las claves en el ADN son 3, 4, 8, 64, que coinciden con el I Ching, un juego de trigramas y hexagramas.

El modelo del I Ching y de la Cábala hebrea es el ideal y avanzado para la humanidad. Nosotros nos encontramos aún en el camino del despertar, donde muchos de estos códigos están dormidos y es nuestra labor despertarlos en el camino de la evolución.

El Óctuple Sendero del maestro Buda viene en ocho claves, compatibles con el camino de redención de luz, lo mismo que las Cuatro Nobles Verdades. Aquí resuena el número cuatro, que es una clave humana mística del cuerpo material.

Las coincidencias en las culturas antiguas no son al azar, por ejemplo, la Estrella de David o la Flor de Seis Puntas es un misterio que encontramos a lo largo de la historia y en todas las civilizaciones, en los libros sagrados y en las construcciones místicas. Lo vemos en Chichen Itzá, en las piedras vikingas, en las ruinas escocesas, en las tablillas indias y en los jeroglíficos egipcios, entre otros. Es una clave impresionante de nuestra construcción y tiene mucho que ver con el equilibrio.

Nosotros tenemos claves de regeneración, pequeños clics que pertenecen a nuestra clave secreta de “refacción” que pueden cambiar absolutamente nuestra vibración, por eso, los maestros son tan insistentes en la meditación, porque con ella arreglamos esa vibración.

Como lo hemos comentado, la vibración de la Tierra ha venido subiendo y, por lo tanto, también nuestros propios pulsos y percepciones de lo espiritual. El ser humano avanza hacia las vibraciones altas y sublimes, que presentan valentía y explican los últimos descubrimientos de las ciencias. Esto nos acerca aún más a la vibración original de la espiral, escrita por Leonardo de Pisa, o Fibonacci, uno de los grandes genios de la humanidad y el primero en comprender en su totalidad el número o la proporción áurea y la secuencia que genera la espiral cósmica perfecta.

Esos números y secuencias se convierten en conocimiento, sonidos, imágenes e instrucciones del camino místico. Todos los libros espirituales hablan de la concentración de la luz y de la vibración, presentando el mundo físico como una concentración densa, pero que, al ascender en coordenadas, cambia, otorgando más libertad y movilidad.

Ya nos encontramos saliendo de las épocas oscuras, cuando todo era restringido; vamos en un camino acelerado, aumentando nuestra luz y vibración, cambiando así nuestras mentes para siempre. Somos especialmente sensibles a las vibraciones, por eso, nos afectan palabras y pensamientos, pero en situaciones de meditación y concentración vemos cómo un mantra, a pesar de estar en otro idioma, nos afecta y nos conduce a altos estados de conciencia.

Como nuestro vehículo físico obedece a estas claves y a estas vibraciones, entonces, los pensamientos, las palabras y la fe son un interruptor de creación, y cuanto más tengamos la convicción, más podemos ser efectivos en esa reprogramación del poder de la luz que todos tenemos, porque somos creados con luz y a imagen y semejanza de la luz, nuestro cuerpo es una sinfonía de tejidos y cada tejido es una red de células, y cada célula es una tela de moléculas y cada molécula es un paquete de átomos, y cada átomo es en su espacio y en sus partículas un mundo de vibración y de luz.

En el reencuentro o en la recomposición de esas claves tiene mucho que ver la mente, y en la meditación y en la cotidianidad no podemos reprender la mente y asustarnos con sus proyecciones, no podemos escandalizarnos con lo que nos muestra, tenemos que observarla, conocerla y analizarla, para así iniciar el camino del despertar.


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