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Todos tenemos varios cuerpos

Publicado en22/11/2018

Existen algunas verdades que no son fáciles de entender, principalmente, porque durante siglos las hemos olvidado. Hay ocasiones en las que primero debemos ver estas verdades como una posibilidad, luego, entender la lógica detrás de ellas y, finalmente, experimentarlas con nuestra conciencia.

Existen algunas verdades que no son fáciles de entender, principalmente, porque durante siglos las hemos olvidado. Hay ocasiones en las que primero debemos ver estas verdades como una posibilidad, luego, entender la lógica detrás de ellas y, finalmente, experimentarlas con nuestra conciencia.

Hablemos de la verdad de la existencia de nuestros cuerpos en distintas dimensiones o planos.

El cuerpo menos difícil de explicar es el astral, pues, de alguna manera, todos somos cercanos al desdoblamiento. Puede ser que la gran mayoría no lo haya experimentado de manera consciente, pero todos hemos pasado por algunas experiencias únicas y cercanas, como:

  • “Sentí que salía del cuarto”
  • “Sentí que me hundía en la cama”
  • “Sentí que me caía hacía atrás”
  • “Sentí que veía mi cuerpo dormido”


Hay algunos que han experimentado situaciones un poco más elaboradas, cuando recuerdan su sueño como algo bastante real y afirman que fue algo que ellos realmente experimentaron, que no fue un sueño.

Es entonces cuando el cuerpo astral se vuelve algo cotidiano, cuando sabemos que la conciencia se escapa del cuerpo y deambula en otra dimensión.

Ahora bien, cuando hablamos de otros conceptos, como el alma, el espíritu o la mente, la cuestión cambia y comienzan las dificultades de entendimiento. El alma, el espíritu, la mente forman parte de nosotros, pero no son lo mismo. Es como cuando pensamos en los huesos, los músculos y la piel: todos comprendemos que son elementos diferentes pero que juntos hacen parte de nuestro cuerpo físico. Lo mismo sucede con el espíritu, el alma y la mente.

La pérdida de la memoria en nuestra humanidad ha sido catastrófica, porque, junto con esta memoria, hemos perdido también facultades extraordinarias, nuestros sentidos internos y nuestros poderes místicos. Los seres humanos somos ángeles que no recuerdan que lo son, somos seres de luz que hemos olvidado el camino y que desconocemos nuestro verdadero potencial.

El espíritu
Lo más sublime y especial que tenemos cada uno de nosotros, lo más puro y perfecto, es el Ser de las dimensiones más elevadas. En cada cultura y tradición le han dado a este Ser un nombre diferente, pero todas se refieren a lo mismo: a nuestro Cristo interior. Para los hebreos es Ain Suf, en el lenguaje Ogam viejo es Vésen, que curiosamente en alemán moderno ‘Wesen’ es “esencia”. El Cristo interno es nuestra esencia, es la ventana para mirar al infinito y unirnos a la red del cosmos. Es la misma red de la que hablan los cabalistas, los alquimistas, los taos, los vedas y los mayas.

La existencia de este Ser o Cristo interior podemos comprenderla con nuestra intuición, ya que la mente aún no comprende algo tan grande e infinito. La mente está cegada por el mundo material.

El alma
Si bajamos un nivel, nos encontramos con el alma, que es una entidad un poco más particular. Es algo así como nuestra “personalidad espiritual”, y es algo que sí podemos entender con nuestra mente.

Ahora bien, no debemos confundir el alma, esta “personalidad espiritual”, con la personalidad común que conocemos. La que nos define en esta vida, muere con cada cuerpo, con cada encarnación. Esta personalidad se forja desde que nacemos y hasta que morimos, y se modifica con las circunstancias y particularidades de cada vida. Con cada vida, tenemos una personalidad distinta.

El alma, en cambio, es un rasgo espiritual que se conserva a lo largo de nuestras diferentes vidas, es una existencia que permanece como la misma sin importar cuántas veces encarnemos. Es una huella digital que siempre conservamos, que nos hace particulares, únicos y especiales. Es el alma la que se enriquece con cada encarnación, con el pasar de los siglos, y es este recorrido lo que determina su gran misión.

La mente
La mente es otro concepto difícil de comprender, pero, afortunadamente, la ciencia cada vez se está acercando más a la verdad, y nos está dando pistas, que maravillosamente coinciden con la sabiduría mística.

Hace algún tiempo se creía que la memoria se encontraba almacenada en unos puntos específicos o zonas del cerebro, pero recientemente se identificó que personas que por accidente o enfermedad perdieron estas partes del cerebro conservaban sin problema su memoria, y seguía funcionando con naturalidad.

Esto cambió para siempre el entendimiento de la mente y del cerebro. Para el mundo científico, el cerebro pasó de ser una máquina electrónica a ser nuevamente un gran misterio. Existe un grupo grande de estudiosos que considera el cerebro no como “una maquina generadora de energía” sino como un “receptor” de algo más grande, un receptor adonde llega una “transmisión muy sofisticada”.

Con esto lentamente comenzamos a comprender que podemos ser seres que existen en muchas dimensiones a la vez. Aquí se inician teorías científicas tan revolucionaras como la “mente holográfica”, con conexiones entre la materia y “lo que está más allá”.


Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©

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