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Buda, Mahoma y otros grandes maestros

Publicado en25/07/2018

¿Por qué es tan común oír descripciones negativas de seres tan maravillosos como Buda, Mahoma, los santos de la India o los grandes maestros chinos y japoneses? ¿Por qué se les asocia con ritos misteriosos o hasta figuras grotescas?

¿Por qué es tan común oír descripciones negativas de seres tan maravillosos como Buda, Mahoma, los santos de la India o los grandes maestros chinos y japoneses? ¿Por qué se les asocia con ritos misteriosos o hasta figuras grotescas?

Cuando algunas personas o sectas se dedican a menospreciar o criticar a estos seres, solo revelan tres defectos que deben ser analizados, con el ánimo de entender la verdad, no de reprochar a nadie:

  1. Estas personas demuestran que nunca han leído o estudiado sobre la vida u obras de estos seres maravillosos y jamás se han preocupado por adquirir conocimientos sobre sus doctrinas o enseñanzas. Prueba de ello es que, si supieran algo al respecto, así fuera solo un poco, esto los llevaría a hablar con más respecto y reverencia.

    Hablar o afirmar algo requiere un conocimiento previo, demanda que se esté documentado e informado sobre el tema. Condenar a una persona, o un grupo de personas, por su origen o por su manejo de términos, es sumamente grave, pues demuestra la ausencia de respeto y amor.

    Es posible que hayamos crecido con sesgos particulares, porque por generaciones nos han inculcado ciertos prejuicios, fruto del desconocimiento, pero no es razón suficiente para hacer afirmaciones sin fundamento.

    Seres como Buda, Mahoma, Babaji, Milarepa, Lao Tse y Confucio, entre otros, fueron seres excepcionales que vivieron de manera ejemplar. Recibieron inspiración divina para crear una o varias disciplinas que facilitan el sendero de la evolución, y ellos mismos se rigieron por ellas en vida, amando y respetando a la humanidad. Por misión, cada uno de ellos fue un ser superior, con las mejores características: amor, pureza, veracidad, respeto, severidad, generosidad, desapego, inteligencia, bondad, devoción, alta espiritualidad, y conciencia despierta.

    Ellos llegaron cuando la humanidad estaba en crisis, y no con el afán de crear una religión, pero sus enseñanzas fueron tan santas y profundas, que dieron pie a que esto sucediera. Ahora bien, por diferente que sea nuestra cultura, por distinta que sea nuestra religión o creencia particular, podemos y debemos entender que todos ellos fueron seres iluminados, que llegaron con el fin de auxiliar a nuestra humanidad. No fueron seres demoniacos o pecadores, exóticos o raros, como algunas sectas o grupos quisieran que creyéramos.

    Cada uno de estos seres iluminados llegó en una época oscura, donde principalmente cuestionaron su propio sistema cultural, criticaron las costumbres preestablecidas y las injusticias del momento. Cada uno de ellos fue una luz que se prendió en tiempos de tinieblas, y hay que hablar de ellos con reverencia y respeto.

  2. Las personas que hablan mal de los grandes iniciados muestran claramente que son agentes de odio y no fundamentan su devoción en el amor. Es entonces cuando nos preguntamos si puede ser fiable aquello que se basa en el desprestigio de los demás. No es posible.

    Todo creyente o guía fehaciente de una religión debería emular a su maestro fundador. Los budistas deberían intentar ser como Buda, los mahometanos como Mahoma y los cristianos como Jesús. Nuestro Señor Jesucristo y sus enseñanzas fueron tan grandes, que ni los cientos de reformas ni el paso del tiempo han podido borrarlas. La esencia de Nuestro Señor se conserva y es la que todos percibimos en nuestro corazón.

    Un ejemplo muy bonito se ve en las enseñanzas de Tony de Mello, un sacerdote católico maravilloso, que evidencia en sus libros no solo gran sabiduría, sino que habla en ellos con reverencia de los maestros del islam o los del yoga con la misma consideración con la que se refería a Jesús. No solo no atacaba estas otras disciplinas, sino que las citaba a manera de ejemplo.

  3. Estas personas, muchas veces “guías espirituales”, tienen miedo, pues sus métodos y teorías son tan endebles, que, en lugar de fortalecerlos, prefieren atacar a los demás, amenazando a sus adeptos con “pecados” o conceptos del “fin del mundo” para mantenerlos impresionados y manipulados.

    Sin ánimo de ofender, este tipo de estrategias son como las de los vendedores engañosos, que, en lugar de hablar de las bondades de sus productos, hablan mal del de la competencia con el fin de desprestigiarla. Pero los consumidores a fin de cuentas se darán cuenta de estos engaños y podrán elegir con más objetividad.


Pensando en toda esta polémica, en la diversidad de religiones y creencias, debemos preguntarnos si Nuestro Señor Jesucristo odiaba o perseguía otras doctrinas o líneas de pensamiento. La respuesta la sabemos todos: no.

Nuestro Señor es un ser de amor y bondad, y dentro de su sagrado corazón no existen sentimientos de odio o resentimiento, solo sentimientos evolucionados y perfectos. Jesús jamás dijo que quien no lo siguiera era su enemigo, nunca padeció tal dualidad que tanto quieren adjudicarle. Él dijo: “Yo soy el camino”, porque Él es el Cristo y el único camino es la cristificación. Dijo también: “Yo soy la verdad y la vida”, porque solo la conciencia es real y confiere la vida al cuerpo físico y a los cuerpos espirituales.

Si le preguntáramos a Jesús acerca de las doctrinas de Buda o de Mahoma, ¿creen que Él hablaría mal de ellas?, ¿que las condenaría? Esa es una interrogante que cada uno nos podemos contestar en este momento.

 

 


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