Profecías y profetas

Cuando uno de estos seres nace con el don de profetizar, generalmente, no saben manejar su condición muy bien y, por esta razón, no son los más sensatos al momento de comunicar su profecía y tienden a encontrar mucha resistencia, incredulidad, y, sobre todo, una lucha sobre quién tiene la razón.

En estos casos, hay que saber que en estas circunstancias lo que pelea no es nuestro ser, nuestra conciencia, sino normalmente es el error mental de la vanidad, que quiere defender a toda costa su posición o punto de vista. En estos momentos, hay que tener una mente abierta, para poder ver dónde acaba la imperfección y dónde comienza la calidad divina de predecir y de conocer los elementos.

Cuando hablamos de profetas, nos referimos a esos seres iluminados, con un tipo especial de clarividencia, que pueden ver y unir las cosas.

Ahora bien, normalmente, es muy poco lo que se permite hablar de registros futuros, tanto así que, para un número reducido de personas, hay seres de luz encargados de restringir los recuerdos e inspirar la forma apropiada de comunicar aquello que sí está permitido.

Este es el caso, por ejemplo, de las centurias y cuartetas que escribió Nostradamus, las frases clave de san Malaquías o las profecías de la Gran Pirámide, que están escritas en números, corredores y medidas, y que solo algunos podrán entender.

Ahora bien, muchos se preguntarán: ¿cómo se produce una predicción real? Bueno, la verdad es que esto puede ocurrir de muchas formas. Puede ser un simple presentimiento, observando movimientos constantes astrológicos u otros medios, como el agua, las fuerzas elementales o los sueños (onirismo).

Una constante de las predicciones es que siempre se ven imágenes raras que no corresponden a lo que hoy vemos y conocemos. Este es el caso, por ejemplo, de algunos videntes europeos que en el siglo XV pudieron predecir aparatos tan modernos como el automóvil o los aviones comerciales, y los predijeron con tal lujo de detalles, que simplemente es imposible no considerarlos profecías.

Propiedad intelectual de Hilda Strauss. Todos los derechos reservados ©